Por qué Hitler no consiguió la bomba atómica
Por Natividad Carpintero Santamaría
"De los dos mil doscientos puntos grabados de mis conversaciones con Hitler, la fisión nuclear surgió solamente una vez, y fue mencionada con extrema brevedad". Así se expresa en sus memorias Albert Speer, ministro de armamento alemán desde 1942 hasta 1945 y el único líder nazi que admitió su culpabilidad en Nüremberg. |
Al igual que el Reino Unido, la URSS y EEUU, el III Reich desarrolló su propia investigación para dotarse de la bomba atómica. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en esos países, la investigación alemana se caracterizó por la falta de apoyo gubernamental. Ello hizo que, mientras el Proyecto Manhattan se concentraba en Los Álamos (Nuevo México) y el de la URSS en Arzamas 16 (Sarov), el proyecto germano sufriera una descentralización permanente, pasando de una jefatura a otra, del Ministerio de Educación al de la Guerra y, finalmente, al Cuartel General del Aire, disgregándose en diferentes consejos, consorcios y oficinas de planificación. Asimismo, sus responsables administrativos fueron elegidos más por su calidad de ideólogos del régimen que por su eficacia.
La descentralización también afectó a la labor científica, y aunque el máximo responsable, el premio Nobel Werner Heisenberg, trabajaba en Berlín, los demás grupos de investigación se hallaban en laboratorios de Heidelberg, Hamburgo, Leipzig, Gottow, etcétera. Todo ello generó una gran falta de comunicación y numerosos malentendidos en un equipo que, no lo olvidemos, además trabajaba en una situación de guerra abierta, bajo la amenaza, cuando no el impacto, de las bombas aliadas.
El desinterés del Gobierno de Hitler se basó, en parte, en un informe que suscribieron en 1942 Heisenberg y otros científicos y en el que se afirmaba que la confección de una bomba atómica requeriría un mínimo de dos años... siempre y cuando se concediese al proyecto la máxima prioridad. Para un país como Alemania, que había ocupado militarmente Europa Occidental en una guerra relámpago, esperar más de dos años no entraba en los planes. El Reich se volcó, pues, en el desarrollo de armas y aviones de combate y de maquinaria pesada, así como en la fabricación de los sofisticados misiles teledirigidos HS-293, los pulsorreactores V1 y los cohetes V2, que fueron lanzados sobre Inglaterra. También fabricó los agentes neurotóxicos sarín y tabún, aunque no los empleó en la contienda (tampoco lo hizo ningún otro combatiente).
El equipo de Heisenberg siguió inicialmente el mismo camino que el de Robert Oppenheimer. Por un lado, obtener uranio altamente enriquecido; pero no se pasó de la fase experimental, debido a la magnitud de la empresa (era preciso acometerla a escala industrial). Por el otro, obtener plutonio; pero tampoco pudo ser, pues no se consiguió la reacción en cadena del reactor. La falta de material con el que poder trabajar fue otro problema, pues el suministro de agua pesada como moderador neutrónico para conseguir la reacción en cadena del reactor, que en un principio se hizo traer desde las plantas noruegas de Norsk Hydro, fue suspendido cuando éstas resultaron bombardeadas por la aviación aliada (1943), tras conocerse que el Reich estaba utilizando este producto en su investigación.
Es cierto que podían haber usado grafito, tal y como hizo Enrico Fermi en la pila de Chicago, con la que consiguió la primera reacción nuclear en cadena de la historia (1942), pero Walther Bothe, profesor de Heidelberg y químico encargado de los análisis, hizo que se rechazara esta posibilidad, probablemente debido a la falta de pureza del material que le proporcionaron. Los compañeros de Bothe le reprocharon sus resultados, y atribuyeron a su error la lentitud de los trabajos. (Bothe recibiría en 1954 el Nobel de Química).
El desarrollo de plantas industriales para la separación isotópica o producción de plutonio al estilo de los grandes laboratorios que se construyeron en EEUU, en Oak Ridge y Hanford, resultaba impensable en un país sobre el que se cernió la guerra estratégica total a partir de 1943, con el correspondiente bombardeo aliado de grandes ciudades (Hamburgo, Berlín...), complejos industriales, comunicaciones, etcétera. Ello imposibilitó la continuación de los trabajos.
Ese mismo año, y como consecuencia de lo dispuesto en un decreto gubernamental, los equipos instalados en las principales ciudades se dispersaron y fueron trasladados a pueblos del sur del país, como Tailfingen y Hechingen. El reactor en fase de construcción que se encontraba en Berlín se llevó a unas cuevas de la localidad de Haigerloch, y parte de otros equipos se metieron en una fábrica de seda para paracaídas en la localidad de Celle, cerca de Hannover.
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El proyecto de la Alemania nazi para hacerse con un explosivo nuclear es un capítulo histórico que ha levantado bastante controversia, entre otras razones porque la mayoría de los científicos que trabajaron en ello estaban en franco desacuerdo con el Gobierno nacionalsocialista, lo cual no impidió que al acabar la guerra se vieran envueltos en una acusación generalizada de colaboracionismo con el régimen de Hitler.
Heinsenberg llegó a confesar a su esposa, Elisabeth, lo que sigue:
No te preocupes. No construiremos bombas atómicas. El desarrollo de una bomba es un proyecto gigantesco. Llevaría probablemente años, y la orden de Hitler de que no se hagan proyectos que tarden más de medio año nos favorece.
Otro aspecto que se ha mencionado es la emigración de los científicos judíos que se vieron forzados a dejar Alemania a raíz de la aprobación de las leyes antisemitas. Fue un éxodo muy importante desde el punto de vista cualitativo, pues cerca de veinte premios Nobel abandonaron Centroeuropa entre 1933 y 1938.
Se ha dicho también que Alemania se mostró incompetente para desarrollar la investigación nuclear. Es un punto de vista erróneo, que mezcla el natural rechazo al régimen nazi con las personas que tuvieron que sufrirlo. Los científicos germanos que formaron parte del proyecto nuclear tenían la misma categoría que sus colegas del Proyecto Manhattan; entre ellos se contaban premios Nobel como Werner Heisenberg, Max von Laue, Otto Hahn y Walther Bothe, y trabajaron en unas condiciones altamente inadecuadas (recordemos, de nuevo, la realidad de los bombardeos).
Cuando le entrevisté en Moscú, Carl Friedrich von Weizsäcker, hijo del secretario de Estado para Asuntos Exteriores, Ernest von Weiszäcker, y miembro del equipo de Werner Heisenberg en Berlín, me dijo que jamás pensaron que EEUU arrojaría una bomba atómica sobre Alemania, y que se quedaron absolutamente sorprendidos ante la noticia del bombardeo nuclear sobre Hiroshima.
Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945, en el refugio antiaéreo de la Cancillería. En mayo cayó Berlín, y con ella el III Reich. Ese mismo mes se puso en marcha la Operación Epsilon, cuyo objetivo era reunir a los científicos que habían participado en el proyecto nuclear alemán, arrestarlos y trasladarlos a Inglaterra –para evitar, entre otras cosas, que cayesen en manos del Ejército Rojo–. Los aliados detuvieron a los catorce más importantes, y se llevaron a diez de ellos al Reino Unido: Bagge, Bothe, Diebner, Gerlach, Hahn, Harteck, Heisenberg, Korsching, von Laue y von Weiszäcker.
El 9 de mayo, el mariscal Keitel ratificó la capitulación incondicional de Alemania, con lo que oficialmente se puso fin a la guerra en Europa. El 3 de enero de 1946, seis meses después de ser arrestados, los científicos alemanes fueron puestos en libertad.
NATIVIDAD CARPINTERO SANTAMARÍA, profesora en la Universidad Politécnica de Madrid y miembro de la Academia Europea de Ciencias.