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31/10/10

Espadas vikingas.



Gracias a los restos encontrados de la batalla de Visby (1361) podemos hacernos una idea del tipo de armas que manejaban en aquella época los vikingos. En esta batalla, guerreros daneses se enfrentaron a guerreros suecos y gracias al estudio de los huesos hallados se puede ver la efectividad de las espadas que utilizaron.

Según parece, la fuerza de aquellos guerreros y su efectividad con la espada eran tremendas ya que de un total de 241 lesiones craneales investigadas, el 54% suponían un único corte en el cráneo. Es decir, el tipo había dado un espadazo, uno solo, y había atravesado el casco y cualquier otra protección de la cabeza para acabar rompiendo el hueso y causando la muerte.

También hay casos de huesos, en estos restos, seccionados totalmente y de forma limpia. Se encontró un esqueleto que mostraba ambas piernas seccionadas de un solo golpe. O había un pie arrancado de un solo corte

Y luego nos parecen exageradas algunas escenas de películas en las que se muestran este tipo de cosas, brazos y piernas amputados por doquier y espadazos que se hunden en la cabeza dejando el casco hecho un guiñapo.


Fuente: La Aventura de la Historia, número 103

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30/10/10

Las esferas de Costa Rica



En el Museo Nacional de San José, la capital de Costa Rica, se conservan numerosas esferas de piedra pulidas de diversos tamaños: las "bolas grandes" figuran entre los hallazgos geológicos más extraños de la historia universal. Cientos de esferas de distintos tamaños decoran jardines privados en este país centroamericano, otras han sido abiertas en busca de oro oculto en ellas, con lo que han quedado destruidas, y otras están muy dañadas debido al fuego provocado durante la tala de la selva.
Arqueólogos costarricenses siguen excavando nuevos ejemplares en el lodo del delta del Disquis y se asombran de la habilidad artesana de los desconocidos autores. Sobre todo las bolas más grandes -el ejemplar más pesado que se ha excavado hasta ahora tiene 16 toneladas- son tan lisas y redondas que parece imposible que se hayan fabricado sin ayuda de medios mecánicos. El granito de que están hechas no se encuentra en el lugar del hallazgo, ya que allí no hay canteras. Es posible que el material de las esferas proceda de una región que se halla 50 kilómetros río arriba.


COMPLICADO PROCESO DE ELABORACIÓN
Hasta ahora, los arqueólogos apenas han logrado reconstruir en detalle el proceso de fabricación de las esferas: los picapedreros desconocidos pulieron la superficie de una roca que les pareció idónea con ayuda de otras piedras y un pulimento a base de arena y agua. Los expertos calculan que tan sólo para fabricar las grandes bolas de 16 toneladas de peso se precisaron por lo menos 24 toneladas de material bruto. Dado que existen miles de esferas por todo el país, da la sensación de tratarse de una hazaña increíble.
Cada una de las esferas tiene un perímetro perfectamente redondo, es decir, el diámetro es igual en todos los puntos, de modo que la precisión de la labor de sus autores indica que disponían de buenos conocimientos de geometría y dominaban el manejo perfecto de instrumentos técnicos.

SIGNIFICADO ESPECIAL
Sin duda las bolas gigantes tenían un significado especial para sus creadores, como demuestra el enorme esfuerzo que supuso el mero transporte de las mismas. Para fabricar una esfera de 2,40 metros de diámetro, los picapedreros de entonces necesitaban un bloque cuadrado de por lo menos 2,75 metros de lado, que sólo se podía girar y pulir con gran esfuerzo y la intervención de muchas personas. Incluso con la maquinaria hidráulica más moderna resulta difícil mover las bolas.

DIBUJOS A VISTA DE PÁJARO
Nadie sabe qué grupo étnico creó las esferas ni por qué fueron creadas. En diversos sepulcros se han hallado ejemplares pequeños, mientras que los grandes estaban dispuestos de manera que formaban largas líneas rectas, líneas onduladas y formas triangulares que sólo se podían ver como tales a vista de pájaro.

¿COPIAS DEL SISTEMA SOLAR?
Algunos arqueólogos centroamericanos piensan que las esferas son símbolos del Sol y la Luna, quizá también del conjunto del sistema solar con sus planetas, lunas y asteroides. Sin embargo, dado que los incas, mayas y aztecas no representaban nunca el Sol en forma de esfera, sino de disco, las bolas deben de proceder de una cultura megalítica desconocida. Otros expertos creen que son complementos sepulcrales dispuestos a modo de cuerpos celestes. Los hallazgos de la selva centroamericana se interpretan también como símbolos de la perfección divina.

POR TODO EL PAÍS
En la selva, junto a los ríos y en los altiplanos se hallan todavía muchas bolas misteriosas. En el golfo Dulce hay 15 esferas gigantes alineadas, en la isla de Camaronal dos esferas y varios ejemplares de gran tamaño en las cumbres de la cordillera Brunquera. Qué gran esfuerzo, trabajo y energía habrá costado trasladar las bolas a lo alto de las montañas o arrastrarlas sobre los lechos fangosos de los ríos.



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29/10/10

Los fondos de la biblioteca de Alejandría.



Demetrio, el primer responsable de la biblioteca de Alejandría, tomó como objetivo prioritario recopilar escritos y escritos para aquella biblioteca, para hacerla un centro de saber y conocimiento. Primero solicitó a Atenas los textos de los pensadores y literatos para poder copiarlos. Los copiaron en la biblioteca y una vez hecho esto enviaron a Atenas las copias.

Los originales atenienses se unieron en la biblioteca a otros libros que procedían de botines de guerra. Pero no acaban aquí los métodos imaginativos, por decir algo, para hacer crecer los fondos. El método que más éxito tuvo fue el de requisar todos los escritos que hubiera en los barcos que llegaban al puerto alejandrino. Estos escritos eran copiados y dichas copias devueltas al barco. Al final esta práctica fue descubierta y rechazada por los mercaderes y navegantes.

Pero entonces se comenzó a ofrecer algo a cambio de los escritos. Si un mercader quería comerciar con el próspero e importante puerto de Alejandría, debía llevar manuscritos procedentes de su lugar de origen, a modo de salvoconducto. Daba igual la materia sobre la que versaran: filosofía, arte, ingeniería, matemáticas… todo era bienvenido. Una vez más, el modo de actuar fue copiar los escritos, devolver las copias y que los originales pasaran a formar parte de la grandísima biblioteca de Alejandría. Eso sí, las copias se daban en el mismo estuche en el que se habían entregado los originales.



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La cena más cara de la Historia



El valor de esta cena asciende a diez millones de sestercios. Consultadas algunas referencias (1,2) para calcular el equivalente en euros, la cena en cuestión ascendería a unos 15 millones de euros. Y la otra cuestión sería el número de comensales que en este caso sólo sería una, Cleopatra VII.




Marco Antonio, amigo de César y su más encarecido vengador, solicitó el apoyo de Cleopatra, la cual accedió aún teniendo su país al borde de la ruina. Después de un sensual encuentro en Tarso, en su fastuoso trirreme real, Cleopatra exigió la ejecución de su hermana Arsinoe como requisito indispensable para prestarle ayuda a Antonio, el cual accedió a su propuesta. En aquella cita, ambos se enamoraron apasionadamente. Cleopatra, tratando de impresionar a su amante, apostó que era capaz de meterse “entre pecho y espalda” una cena de diez millones de sestercios. Lógicamente, Marco Antonio aceptó.
Llegado el día en cuestión, se sirvió la cena con los majares más exquisitos y, lógicamente, caros (para saber cómo puede ser una cena de la época lo podéis ver aquí) pero nada raro a la vista de Marco Antonio. Llegó Cleopatra a la cita con un impresionante collar con dos hermosas perlas, se dirigió a Planco, elegido juez de la contienda, y le preguntó cuánto podría valer cada una de las perlas: “Al menos, cinco millones de sestercios“, contestó el juez.
Tras dicha “tasación”, Cleopatra echó una de las perlas en una copa y la llenó de vinagre (recordemos que las perlas están formadas principalmente por carbonato de calcio que al reaccionar con el vinagre desprende calcio y CO2) para que se disolviese la perla y poder beberla. Cuando iba a repetir la operación con la segunda perla, para “gastar” los diez millones, Marco Antonio se dio por vencido.
Fuente: Historia del Mundo sin los trozos aburridos – Fernando Garcés
La cena más cara de la Historia escrito por Javier Sanz en: Historias de la Historia

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23/10/10

El mono que mató un rey y 250.000 personas



Alejandro de Grecia fue el rey de este país desde 1917 hasta tres años después, cuando murió. Esta muerte es la que le trae a Curistoria. Ocurrió en 1920 cuando el rey tenía tan solo 27 años.

Según parece, estaba paseando con su perro por Jardines Reales de Atenas cuando unos monos atacaron a su mascota. El rey intentó defender a su fiel amigo y el combate con los monos le costó algunas heridas que finalmente se mostrarían fatales. Exactamente el ataque de los monos fue el 2 de octubre de 1920 y los mordiscos de los monos no parecían preocupantes en un primer momento. Pero uno de los mordiscos se infectó y el rey enfermó. Después de una leve recuperación, el día 12 recayó.

El 25 de octubre murió el rey Alejandro de Grecia debido a la gravísima infección provocada por el mordisco de los monos. Su padre, Constantino I de Grecia, retornó al trono y acabó llevando a los griegos a una guerra con Turquía en la que los helenos fueron derrotados. Winston Churchill escribió: “un mordisco de mono que causó la muerte de 250.000 personas”.






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22/10/10

¿De dónde son originarios los camellos?…Frío, frío




Al igual que los caballos, los camellos son originarios de Norteamérica, donde surgieron hace 40 millones de años. Apenas levantaban un palmo del suelo, por lo que les quedaba un largo trecho para convertirse en los hermosos dromedarios que atraviesan los desiertos del Rajastán. De las praderas de lo que hoy son Estados Unidos y Canadá, los camélidos emigraron hace unos 3 millones de años a América del Sur, donde acabarían dando lugar a llamas, guanacos y vicuñas, y hacia Eurasia, a través del Estrecho de Bering.
Aquellos camélidos gigantescos que abandonaron América, más grandes que los elefantes actuales, son los ancestros de los camellos jorobados, el camello (dos jorobas) y el dromedario actual, confinados a los desiertos de Asia y África y desaparecidos de Europa, donde también tuvieron su momento. El camello árabe, con diferencia el más abundante en la actualidad, aparecióhace sólo 6.000 años, poco antes de la primera estirpe de faraones egipcios.
Los camellos se extinguieron en Norteamérica durante la última Edad de Hielo, hace 80.000 años. Al contrario de los caballos, que fueron reintroducidos por los europeos a partir del siglo XVI, los camellos nunca volvieron al continente…al menos en estado natural: a mediados del siglo XIX el ejército de EEUU tuvo una de las ideas más bizarras de la historia militarcrear un cuerpo de camellos para luchar contra los indios de Florida, el Camel Corps.
Los camellos fueron adquiridos en el norte de África y se llevaron en barco hasta Nueva York, desde donde viajaron por tierra a la lejana California. Sin embargo, los camellos asustaban a los caballos y eran testarudos, lo que no hacía ni pizca de gracia a los soldados. Finalmente, los camellos fueron abandonados a su suerte en el desierto de California, donde procrearon y vivieron hasta bien entrado el siglo XX, aunque no consiguieron reconquistar la plaza dejada por sus remotos antepasados. El último camello vivo fue visto en 1941 en Texas.
Visto en Wikipedia y en Esciudad.


¿De dónde son originarios los camellos?…Frío, frío




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21/10/10

Los Protocolos de los sabios de Sión



Utilizado por los antisemitas de todo el mundo —sin excluir a los nazis o a los árabes de las últimas décadas— los Protocolos constituyen un documento de enorme interés histórico y político. 


Sin embargo, ¿tienen realmente alguna relación con los judíos? ¿Quién escribió los Protocolos de los sabios de Sión?


En las últimas semanas se ha producido un revuelo considerable en el mundo árabe a consecuencia de una serie de TV egipcia en la que se sostenía la autenticidad de un documento denominado los Protocolos de los sabios de Sión. El citado texto, redactado a finales del siglo XIX, contendría las líneas maestras de un plan de dominio mundial por parte de los judíos. 

El antisemitismo constituye una actitud mental y una conducta que se pierde en la noche de los tiempos. Manetón, el sacerdote e historiador judío del periodo helenístico, ya dedicó vitriólicas páginas a los primeros momentos de la Historia de Israel y sus pasos siguieron los antisemitas de la Antigüedad clásica —prácticamente todos los autores de renombre— desde Cicerón a Tácito pasando por Juvenal. 


En términos generales, su antisemitismo, que presentó manifestaciones de enorme dureza en medio de una considerable tolerancia legal, era cultural más que racial. Durante la Edad Media, el antisemitismo estuvo relacionado con categorías de corte religioso (la resistencia de los judíos a convertirse al islam o al cristianismo) y social (el desempeño de determinados empleos por los judíos). 


Solamente con la llegada de la Ilustración, el antisemitismo se fue tiñendo de tonos raciales que aparecen ya en escritos injuriosos —y falsos— de Voltaire y que volvemos a encontrar muy acentuados en Nietzsche o Wagner. Aunque la figura del judío perverso y conspirador no se halla ausente de algunas de estas manifestaciones antisemitas y aunque, por ejemplo, Wagner y Nietzsche insistieron en tópicos como el del poder judío o el de su capacidad de corrupción moral (e incluso racial) no llegaron a agotar hasta el final el tema de una de las acusaciones ya popularizadas en su tiempo, la de la conspiración judía mundial. Ambos autores no llegaron a articular —aunque no les faltó mucho para ello— la tesis de que todo el poder degenerador de los judíos en realidad obedecía a un plan destructivo de características universales cuya finalidad era el dominio del orbe. 


Semejante papel le correspondería a un panfleto de origen ruso conocido generalmente como “Los Protocolos de los sabios de Sión”, en el que, supuestamente, se recogían las minutas de un congreso judío destinado a trazar las líneas de la conquista del poder mundial. 

El análisis de esa obra constituye el objeto del presente Enigma, sin embargo, antes de entrar en el contenido y en las circunstancias en que la misma se forjó debemos detenernos siquiera momentáneamente en algunos de sus antecedentes. “Los Protocolos de los sabios de Sión” no fueron, en buena medida, una obra innovadora. Aunque, sin lugar a dudas, cuentan con el dudoso privilegio de constituir la obra más conocida y difundida sobre la supuesta conjura judía mundial, no son ni con mucho la única ni la primera.


 La idea de una conjura parcial (para envenenar las aguas, para empobrecer a la gente, para sacrificar niños, etc) aparecía periódicamente durante la Edad Media. Sin embargo, siempre se trataba de episodios aislados, regionales, desprovistos de un carácter universal. El cambio radical se produjo en 1797. Con la publicación de la Memoria para servir a la historia del Jacobinismo no quedará perfilada la tesis de una conspiración subversiva mundial. El autor de la obra, un clérigo llamado Barruel, pretendía que la orden de los Templarios, disuelta en el s. XIV, no había desaparecido sino que se había transformado en una sociedad secreta encaminada a derrocar todas las monarquías. 

Cuatro siglos después, la misma se habría hecho con el control de la masonería y, a través de la organización de los jacobinos, habría provocado la revolución francesa. Barruel afirmaba también que los masones eran, a su vez, una marioneta en manos de los iluminados bávaros que seguían a Adam Weishaupt. A menos que se acabara con estos grupos, afirmaba Barruel, pronto el mundo estaría en sus manos. 


Como suele ser habitual en todas las obras que desarrollan la teoría de la conspiración no sólo los datos expuestos recogen tergiversaciones sino también absolutos disparates. Barruel pasaba por alto, entre otras cosas, que el grupo de Weishaupt ya no existía en 1786, que siempre estuvo enemistado con los masones y que éstos no sólo por regla general habían sido monárquicos y conservadores sino que además habían experimentado la persecución a manos de los revolucionarios, muriendo centenares de ellos en la guillotina. 


Con todo Barruel, que había tomado sus ideas de un matemático escocés llamado John Robinson, apenas mencionaba a los judíos porque, ciertamente, éstos no habían tenido ningún papel de importancia durante la Revolución y porque además incluso habían sido víctimas de los excesos de ésta. 

Pese a sus evidentes deficiencias, la obra de Barruel despertó, sin embargo, la pasión de un oficial llamado J. B. Simonini que le escribió desde Florencia proporcionándole supuestas informaciones sobre el papel judío en la conspiración masónica. 


En una carta —que fue un fraude de Fouchá para impulsar a Napoleón hacia una política antisemita— el militar felicitaba al clérigo por desenmascarar a las sectas que estaban “abriendo el camino para el Anticristo” y se permitió señalarle el papel preponderante de la “secta judaica”. 




Según Simonini, los judíos, tomándole por uno de los suyos, le habían ofrecido hacerse masón y revelado sus arcanos. Así se había enterado de que el Viejo de la Montaña (el fundador de la secta islámica de los Asesinos que tanto agradaba a Nietzsche) y Manes eran judíos, que la masonería y los iluminados habían sido fundados por judíos y que en varios países —especialmente Italia y España— los clérigos de importancia eran judíos ocultos. 


Su finalidad era imponer el judaísmo en todo el mundo, objetivo que sólo tenía como obstáculo la Casa de Borbón a la que los judíos se habían propuesto derrocar. Ni que decir tiene que las afirmaciones de Simonini carecían de la más mínima base (por esa época tanto los masones como los iluminados si acaso habían tenido alguna actitud hacia los judíos era de rechazo). Sin embargo, los dislates contenidos en la misma hicieron mella en la mente de Barruel, que, a juzgar por su obra, estaba bien predispuesto a creer este tipo de relatos. 

De hecho, pese a que juzgó más prudente no publicarla, entre otras razones porque temía que provocara una matanza de judíos, distribuyó algunas copias en círculos influyentes. Finalmente, antes de morir en 1820, relató todo a un sacerdote llamado Grivel. Nacería así el mito, tan querido a tantos personajes posteriores, de la conjura judeo-masónica, mito al que se incorporaron los datos suministrados por Simonini en su carta. 


Con todo, inicialmente, la idea de una conspiración judeo-masónica iba a caer en el olvido y durante las primeras décadas del siglo XIX ni siquiera fue utilizada por los antisemitas. 


Con posterioridad, una obra de creación titulada Biarritzvolvería a resucitarlo en Alemania. El autor de la novela se llamaba Hermann Goedsche y ya tenía un cierto pasado en relación con documentos de carácter sensacional. En el período inmediatamente posterior a la revolución de 1848 había presentado unas cartas en virtud de las cuales se pretendía demostrar que el dirigente demócrata Benedic Waldeck había conspirado para derrocar al rey de Prusia. 

El acontecimiento dio origen a una investigación cuyo resultado no pudo resultar más bochornoso: los documentos eran falsos y además Goedsche lo sabía. Este se dedicó entonces a trabajar como periodista en el Preussische Zeitung, el periódico de los terratenientes conservadores, y a escribir novelas como Biarritz


Esta se publicó en 1868, una fecha en que la población alemana comenzaba a ser presa de renovados sentimientos antisemitas a causa de la Emancipación —sólo parcial— de los judíos. En un capítulo del relato, que se presentaba como ficticio, se narraba una reunión de trece personajes, supuestamente celebrada durante la fiesta judía de los Tabernáculos, en el cementerio judío de Praga. 


En el curso de la misma, los representantes de la conspiración judía mundial narraban sus avances en el control del gobierno mundial, insistiendo especialmente en la necesidad de conseguir la Emancipación política, el permiso para practicar las profesiones liberales o el dominio de la prensa. Al final, los judíos se despedían no sin antes señalar que en cien años el mundo yacería en su poder. Como en el caso de la conjura judeo-masónica, el episodio narrado en este capítulo deBiarritz iba a hacer fortuna. 

En 1872, se publicaba en San Petersburgo de forma separada señalándose que, pese al carácter imaginario del relato, existía una base real para el mismo. Cuatro años después en Moscú se editaba un folleto similar con el título de “En el cementerio judío de la Praga checa (los judíos soberanos del mundo)”. 


Cuando en julio de 1881 Le Contemporain editó la obra, ésta fue presentada ya como un documento auténtico en el que las intervenciones de los distintos judíos se habían fusionado en un solo discurso. Además se le atribuyó un origen británico. Nacía así el panfleto antisemita conocido como el “Discurso del Rabino”. 




Con el tiempo la obra experimentaría algunas variaciones destinadas a convertirla en más verosímil. Así el rabino, anónimo inicialmente, recibió los nombres de Eichhorn y Reichhorn e incluso se le hizo asistir a un (inexistente) congreso celebrado en Lemberg en 1912. 

Un año después de la publicación de Biarritz, Francia iba a ser el escenario donde aparecería una de las obras clásicas del antisemitismo contemporáneo. Se titulaba Le juif, le judaásme et la judaásation des peuples chrátiens y su autor era Gougenot des Mousseaux. La obra partía de la base de que la cábala era una doctrina secreta transmitida a través de colectivos como la secta de los Asesinos, los templarios o los masones pero cuyos jerarcas principales eran judíos. 




Además de semejante dislate —que evidencia una ignorancia absoluta de lo que es la cábala— en la obra se afirmaba, igual que en la Edad Media, que los judíos eran culpables de crímenes rituales, que adoraban a Satanás (cuyos símbolos eran el falo y la serpiente) y que sus ceremonias incluían orgías sexuales. 


Por supuesto, su meta era entregar el poder mundial al Anticristo para lo que fomentarían una cooperación internacional en virtud de la cual todos disfrutaran abundantemente de los bienes terrenales, circunstancias estas que, a juicio del católico Gougenot des Mousseaux, al parecer sólo podían ser diabólicas. 


Pese a lo absurdo de la obra, no sólo disfrutaría de una amplia difusión sino que además inspiraría la aparición de panfletos similares generalmente nacidos de la pluma de sacerdotes. 


Tal fue el caso de Les Francs-Maçons et les Juifs: Sixième Age de l'Eglise d'après l'Apocalypse (1881) del abate Chabauty, canónigo honorario de Poitiers y Angulema, donde aparecen dos documentos falsos que se denominarían “Carta de los judíos de Arles” (de España, en algunas versiones) y “Contestación de los judíos de Constantinopla”. Tanto la obra de Chabauty como la de Gougenot de Mousseaux serían objeto de un extenso plagio —a menos que podamos denominar de otra manera al hecho de copiar ampliamente secciones enteras sin citar la procedencia— por parte del antisemita francés Edouard Drumond, cuyo libro La France juive (1886) demostraría ser un poderoso acicate a la hora de convertir en Francia el antisemitismo en una fuerza política de primer orden.

El único país donde, por aquel entonces, el antisemitismo resultaba más acentuado que en Francia y Alemania, y donde, dicho sea de paso, se originaría el plan que culminaría en los Protocolos, era Rusia. 


Las condiciones de vida de los judíos bajo el gobierno de los zares se han calificado de auténticamente terribles pero la cuestión es digna de considerables matizaciones ya que no pocos progresaron considerablemente y llegaron a escalar socialmente puestos que les estaban vedados en países limítrofes al imperio zarista. 


Sin embargo, tras el asesinato de Alejandro II y el acceso al trono de Alejandro III empeoraron en parte, siquiera porque no eran pocos los judíos —generalmente jóvenes idealistas de familias acomodadas— que participan en grupos terroristas de carácter antizarista y, en parte, porque los revolucionarios recurrieron al antisemitismo en no pocas ocasiones como forma de obtener un ascendente sobre el pueblo. 


Así, a un antisemitismo instrumental de izquierdas —del que participaron no pocos judíos filorevolucionarios— se sumó otro popular que abominaba de la subversión y que estallaba ocasionalmente en pogromos. Tal situación estaba acompañada por la propaganda antisemita. 


Fue esta una floración libresca pletórica de odio, mala fe e ignorancia, que se extendió desde el Libro del Kahal (1869) de Jacob Brafman, editado con ayuda oficial, y en el que se pretendía que los judíos tenían un plan para eliminar la competencia comercial en todas las ciudades, hasta los tres volúmenes de El Talmud y los judíos (1879©1880) de Lutostansky, obra en que el autor demostraba ignorar lo que era el Talmud y además introducía en Rusia el mito de la conjura judeo-masónica. 

No obstante, es posible que la obra de mayor influencia de este período fuera La conquista del mundo por los judíos (7ª ed. 1875) escrita por Osman-Bey, pseudónimo de un estafador cuyo nombre era Millinger. El aventurero captó fácilmente la paranoia antisemita que había en ciertos segmentos de la sociedad rusa y la aprovechó en beneficio propio. Su panfleto sostenía que existía una conjura judía mundial cuyo objetivo primario era derrocar la actual monarquía zarista. 


De hecho, sirviéndose de semejantes afirmaciones, el 3 de septiembre de 1881 salía de San Petersburgo con destino a París, provisto del dinero que le había entregado la policía política rusa, con la misión de investigar los planes conspirativos de la Alianza Israelita Universal que tenía su sede en esta última ciudad. 


Pasando por alto, como lo harían muchos otros, que este organismo sólo tiene fines filantrópicos Millinger afirmó que se había hecho con documentos que la relacionaban con grupos terroristas que deseaban derrocar el zarismo. 


En 1886, se editaban en Berna sus Revelaciones acerca del asesinato de Alejandro II. Con el nuevo panfleto quedaba completo el cuadro iniciado con La conquista... No sólo se afirmaba la tesis del peligro judío sino que además se indicaba ya claramente el camino a seguir para alcanzar “la Edad de Oro”. Primero, había que expulsar a los judíos basándose en “el principio de las nacionalidades y de las razas”. Un buen lugar para enviarlos sería África. 


Pero tales acciones sólo podían contemplarse como medidas parciales. En realidad, sólo cabía una solución para acabar con el supuesto peligro judío: 

“La única manera de destruir la Alianza Israelita universal es a través del exterminio total de la raza judía”. El camino para la aparición de los Protocolos—y para realidades aún más trágicas— quedaba ya más que trazado. Del 26 de agosto al 7 de septiembre de 1903 aparecía en el periódico de San Petersburgo Znamya (La Bandera) la primera edición de los Protocolos, bajo el título de Programa para la conquista del Mundo por los judíos


El panfleto encajaba como un guante en el medio ya que el mismo estaba dirigido por P. A. Krushevan, un furibundo antisemita que había sido un personaje clave en el desencadenamiento del pogromo de Kishiniov. Krushevan afirmó que la obra —cuyo final aparecía algo abreviado— era la traducción de un documento original aparecido en Francia.

En 1905, el texto volvía a editarse en San Petersburgo en forma de folleto y con el título de La raíz de nuestros problemas a impulsos de G. V. Butmi, un amigo y socio de Krushevan que junto con éste se dedicaría a partir de ese año a sentar las bases de la Centurias negra. En enero de 1906, el panfleto era reeditado por la citada organización con el mismo título que le había dado Butmi e incluso bajo su nombre. 


Sin embargo, se le añadía un subtítulo que, en forma abreviada, haría fortuna: 


Protocolos extrañados de los archivos secretos de la Cancillería Central de Sión (donde se halla la raíz del actual desorden de la sociedad en Europa en general y en Rusia en particular).

Las ediciones mencionadas tenían una finalidad masivamente propagandística y consistieron en folletos económicos destinados a todos los segmentos sociales. Pero en 1905 los Protocolos aparecían incluidos en una obra de Serguei Nilus titulada Lo grande en lo pequeño. 


El Anticristo considerado como una posibilidad política inminente. El libro de Nilus ya había sido editado en 1901 y 1903, pero sin los Protocolos. En esta nueva edición se incluyeron con la intención de influir de manera decisiva en el ánimo del zar Nicolás II. 


La reedición de Nilus contaba con algunas circunstancias que, presumiblemente, deberían haberle proporcionado un éxito impresionante. Así, el metropolitano de Moscú llegó incluso a ordenar que en las 368 iglesias de la ciudad se leyera un sermón en el que se citaba esta versión de losProtocolos. Inicialmente, no resultó evidente si prevalecería la versión de Butmi o la de Nilus. 


Finalmente, sería esta última reeditada con ligeras variantes y bajo el título de Está cerca la puerta... Llega el Anticristo y el reino del Diablo en la Tierra la que llegaría a consagrarse. El motivo de su éxito estaría claramente vinculado a haberse publicado una vez más en 1917, el año de la Revolución rusa. 


El texto de Nilus está dividido en 24 supuestos protocolos en los que, realmente, se intenta demostrar la bondad del régimen autocrático (obviamente el zarista) y la perversidad de las reformas liberales. 

Como justificación última de semejante discurso político se aduce la existencia de un plan de dominio mundial desarrollado por los judíos. Así el panfleto deja claramente establecido el supuesto absurdo del sistema liberal ya que la idea de libertad política no sólo resulta irreal sino que además sólo puede tener desastrosas consecuencias: 

“La libertad política no es una realidad, sino una simple idea”. (1, 5)

“La idea de la libertad no puede realizarse porque nadie sabe hacer de ella el uso adecuado. Basta con permitir que el pueblo se gobierne durante un período breve de tiempo para que la administración se transforme al poco en desenfreno... los Estados arden en llamas y toda su grandeza se viene abajo convertida en cenizas”. (1, 6)

La razón fundamental que aduce Nilus, por boca de los supuestos conspiradores judíos, es similar a la esgrimida por otros antidemócratas anteriores y posteriores. Es absurda la libertad ya que la gente del pueblo no puede llegar a comprender lo que es la política:

“Los miembros de la plebe que han salido del pueblo, por más dotados que están, al no comprender la alta política no pueden guiar a la masa sin despeñar a toda la nación en la ruina”. (1, 18)

Si la idea de libertad política podía ser relativamente tolerada, esto se debería a algunas condiciones previas. Primero, su sumisión al poder clerical; segundo, la exclusión de los enfrentamientos sociales y, tercero, la eliminación de la búsqueda de reformas. En resumen, puede ser aceptable si no afecta en absoluto el sistema autocrático:

“La libertad podría ser inofensiva y darse sin peligro para el bienestar de los pueblos en los estados si se basase en la fe en Dios y en la fraternidad de los seres humanos y se alejase de la idea de igualdad, que está en contradicción con las leyes de la Creación...” (4, 3)

Sin embargo, la libertad no ha discurrido por los cauces deseados por Nilus y puestos en boca de los presuntos conspiradores judíos. El resultado ha sido por ello especialmente peligroso y ha degenerado en la mayor de las aberraciones posibles, la corrupción de la sangre:

“Después de haber instalado en el órgano estatal el “veneno del liberalismo”, toda su condición política ha sufrido una metamorfosis; los Estados han sido atacados por una dolencia mortal, “la corrupción de la sangre”; sólo hace falta esperar el final de su agonía. Del liberalismo han surgido los Estados constitucionales que han sustituido a la autocracia, único gobierno útil a los no judíos”. (10, 11-12)

Las afirmaciones relativas a lo nocivo de la libertad política tienen, lógicamente, en esta obra un reverso diáfano consistente en alabar las supuestas virtudes de la autocracia. Esta —sea la política de los zares o la religiosa de los papas— constituye, según los Protocolos, el único valladar contra el peligro judío:

“La autocracia de los zares rusos fue nuestro único enemigo en todo el mundo junto con el papado”. (15, 5) 

Precisamente por eso, el poder del autócrata debe tener para ser efectivo un tinte innegable de cinismo, de maquiavelismo, de pura hipocresía utilitarista:

“La política no tiene nada que ver con la moral”. Un soberano que se deja guiar por la moral no actúa políticamente y su poder descansa sobre frágiles apoyos. “El que quiera reinar debe utilizar la astucia y la hipocresía”. (1, 12)

Sin embargo, tal actitud no debe causar malestar ni ser objeto de censura. Está más que justificada por el hecho de que la autocracia es la única forma sensata de gobierno y la única manera de crear y mantener en pie la civilización, algo que nunca puede emanar de las masas:

“Solamente una personalidad educada desde la juventud para la autocracia puede entender las palabras que forman el alfabeto político”. (1, 19) “... Sin despotismo absoluto no hay civilización; ésta no es obra de las masas sino sólo de su guía, sea quien fuere”. (1, 21)

Naturalmente, el modelo autocrático no se sustenta sólo sobre la figura del soberano sino sobre otros pilares del sistema. Los Protocolos contienen, por lo tanto, loas a estos estamentos concretos que se sitúan en labios de los supuestos conspiradores judíos. El primero de ellos es la nobleza:

“... El triunfo más importante... es acabar con los “privilegios”, que son indispensables para la vida de la “nobleza no-judía” y la única protección que las naciones tienen frente a nosotros” (1, 30) 

Obviamente, la aristocracia es presentada en términos ideales y, dicho sea de paso, radicalmente falsos desde una perspectiva histórica. Así se afirma que es la protectora de las clases populares y que comparte sus mismos intereses:

“Bajo nuestra dirección fue “aniquilada la nobleza”, que es la protectora natural y la madre nutricia del pueblo, y cuyos intereses están unidos inseparablemente del bienestar del pueblo... La nobleza, que conforme a un derecho legal exigía la fuerza de trabajo de los trabajadores, estaba interesada en que los trabajadores estuvieran bien alimentados, sanos y fuertes”. (3, 6 y 8)

Obviamente el otro estamento que debe colaborar —y al que se retrata de nuevo en términos excesivamente positivos— es el clero que en Rusia llegó a extremos de cesaropapismo extraordinarios:

“Controlado por su fe, el pueblo avanzará bajo la tutela de su clero, pacífica y modestamente de la mano de sus pastores espirituales”. Frente al panorama idealizado de la autocracia, sustentada por la nobleza y el clero, Nilus opone el retrato de una supuesta conjura mundial tras la que se encuentran los judíos. Estos, en teoría, se hallarían ya muy cerca de la conquista del poder:

“... Hoy estamos sólo a unos pocos pasos de nuestra meta. Sólo un tramo breve y el círculo de la serpiente simbólica”, el símbolo de nuestro pueblo se cerrará. Y una vez que se cierre el círculo, todos los Estados de Europa quedarán apresados en él como dentro de un torno”. (3, 1)

Siguiendo un patrón multisecular, Nilus presenta como base del poder judío el dominio económico, dato no sólo falso sino sangrante si tenemos en cuenta la situación miserable de los judíos de la Rusia de la época:

“Toda la maquinaria de gobierno depende de un motor que está en nuestras manos y es el oro”. (5, 8)

La conjura, obviamente, se manifiesta en una serie de acciones moralmente perversas desencadenadas por los judíos. La primera es, naturalmente, intentar contaminar con su materialismo a los que no son como ellos:

“Para no dejar tiempo a los no-judíos para la reflexión y la observación, debemos apartar sus pensamientos hacia el comercio y la industria” (4, 4)



Pero eso es sólo el comienzo. Según los Protocolos de Nilus, para que los judíos dominen el mundo se entregan a una serie de actividades simultáneas que desafían la imaginación más delirante. 


A ellos se les atribuye potenciar la idea de un “gobierno internacional” (5, 18), crear “monopolios” (6, 1), apoyarse en “las logias masónicas” (15, 13) (de nuevo la tesis de la conjura judeo-masónica!), fomentar “el incremento de los armamentos y de la policía” (7, 1), provocar una “guerra general”, “idiotizar y corromper a la juventud de los no-judíos” (9, 12), aniquilar “la familia” (10, 6), “distraer a las masas con diversiones, juegos, pasatiempos, pasiones” (13, 4), eliminar “la libertad de enseñanza” (16, 7) e incluso “destruir todas las otras religiones” (14, 1). 


En suma no hay nada que repugne a la mente autocrática de Nilus que no se deba atribuir a los judíos. 

En esa paranoia que ve la mano judía detrás de todo lo inaceptable llega en algunos casos hasta el retorcimiento más absoluto o el ridículo más absurdo. Así queda de manifiesto al afirmar que los no-judíos padecen “las enfermedades que les causamos (los judíos) mediante la inoculación de bacilos” (10, 25) o al atribuir la construcción del metro a turbias intenciones políticas:

“Pronto se habrán construido en todas las capitales “trenes subterráneos”; partiendo de los mismos volaremos por los aires todas las ciudades junto con todas sus instalaciones y documentos”. (9, 14) 

Al final, los judíos conseguirán mediante semejantes artimañas su meta final:

“El “Rey de Israel” será el patriarca del mundo cuando se ciña en la cabeza santificada la corona que le ofrecerá toda Europa”. (15, 30)

Los últimos Protocolos están dedicados presuntamente a pergeñar una descripción de cómo deberá gobernar mundialmente el Rey de Israel. En realidad, son una descripción de la monarquía autocrática ideal según Nilus.


 En la misma el monarca ideal deberá evitar “los impuestos demasiado elevados” (20, 2) para evitar sembrar la semilla de la revolución (20, 5), introducirá reformas como la creación de un impuesto progresivo de timbres (20, 12), de un fondo de reservas (20, 14), de un tribunal de cuentas (20, 17) y de un patrón basado en la fuerza de trabajo (20, 24) y llevará a cabo una serie de medidas económicas como la restricción de los artículos de lujo (23, 1), el fomento del trabajo artesanal (23, 2) y de la pequeña industria (23, 3) o el castigo del alcoholismo (23, 4). 






ENIGMAS DE LA HISTORIA

Los Protocolos de los sabios de Sión

Por César Vidal




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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

Los protocolos de los Sabios de Sión

Por Horacio Vázquez-Rial

Se trata de uno de los dos o tres libros con más traducciones y ediciones de toda la historia. Y sin embargo muchos desconocen su origen, la finalidad con que fue redactado y las circunstancias en que se difundió.




Es el texto más clásico del antisemitismo. También el más irracional y el más aceptado. Pero, como dijo León Pinsker en 1882 –casi dos décadas antes de la primera edición–, en su opúsculo Autoemancipación, "la judeofobia es una psicosis" y la "psicosis es hereditaria; en tanto que enfermedad transmitida desde hace mil años, es incurable".




Allá por 1864, el abogado francés Maurice Joly publicó su Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo en el siglo XIX. Al margen de que Joly situara a Montesquieu en el averno, este filósofo sólo tiene un papel secundario en el diálogo, destinado en realidad a exponer las ideas del florentino. El resultado es una sátira llamada a combatir ideológicamente a Napoleón III, de cuyos méritos como dictador con máscara liberal hace el análisis (y el elogio) Maquiavelo. 


Joly no nombra en momento alguno al emperador: es su personaje Maquiavelo quien desarrolla la miseria de su proyecto, sus métodos para conseguir y mantener el poder y las fuerzas en las sombras que lo apoyan y a las que maneja. 


En realidad, Napoleón III no era tan inteligente ni tan hábil como para orquestar todo aquello. Fue en la historia lo que le tocaba ser, una parodia de su supuesto (habría que recurrir al ADN) tío, el Gran Corso. 


Por otro lado, fue él quien inspiró una de las más célebres frases de Marx, que suele citarse de manera imprecisa y con la que el alemán abrió su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte: "Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa". Fin de la digresión.




Teodoro Herzl formalizó el programa sionista en 1896, en su obra El Estado judío, y convocó el primer congreso de ese movimiento en Basilea en 1897, con la colaboración del barón Edmond James de Rothschild. 


En 1890 las autoridades rusas habían aprobado el establecimiento de una "sociedad para la ayuda de granjeros y de artesanos judíos en Siria y Eretz Israel", dedicada a los aspectos prácticos del establecimiento de hebreos en esas tierras. 




No se trataba de un acto de generosidad, sino de todo lo contrario: el zar Nicolás II había entrevisto un modo de librarse de los judíos; pero el proyecto, en cuyo desarrollo desempeñó Pinsker un papel importante, fracasó desde el momento en que el Imperio Otomano prohibió la inmigración judía. Eso reactivó la actividad de la Ojrana –policía secreta del zar, madre de la KGB– contra los judíos.




Precisamente a la Ojrana pertenecía Sergei Nilus, un policía culto que leía francés y al que encargaron redactar un panfleto antisemita. Nilus había leído a Joly, y es evidente que disponía de un ejemplar de suDiálogo en los infiernos, que plagió descaradamente, con el único añadido de algunas frases destinadas a elevar el tono. 


El libro apareció en 1905, y Nilus se encargó de que se supiera que los Protocolos habían sido leídos en el encuentro de Basilea de 1897, que, con su manipulación, había dejado de ser un congreso judío a secas para convertirse en uno judeo-masónico; por supuesto, no habían sido leídos en las sesiones abiertas de aquella reunión, sino en otras, secretas y paralelas, para exponer un plan general de conquista del mundo por parte de los judíos. 


Un osado agente ruso infiltrado había conseguido una copia de las actas, que, por oscuras vías, había llegado finalmente a manos de Nilus, y él se había atrevido a publicarlas en un periódico de San Petersburgo, propiedad del editor antisemita Pavel Krushevan, en 1903.




En agosto de 1921, en tres artículos aparecidos en días sucesivos, el Timesreveló la superchería. Un corresponsal del periódico en Constantinopla había encontrado el ejemplar del libro de Joly que había empleado Nilus en una caja abandonada por un oficial de la Ojrana. El hombre conocía los Protocolosy reconoció el texto. La seguridad de que aquél era el ejemplar usado por Nilus se derivaba del hecho de que le faltaban las primeras páginas y losProtocolos se iniciaban exactamente en el punto en que el plagiario daba confuso comienzo al panfleto.




Lo más curioso del caso es que el plagio lo era en parte de otro plagio: Joly había tomado partes de su obra de una novela de Eugenio Sue, Los misterios de las personas, en la que los conspiradores eran jesuitas.




Es posible que Nilus conociera también una novela de Hermann Goedesche,Biarritz, en la que hay un capítulo titulado "El cementerio judío de Praga y el consejo de representantes de las doce tribus de Israel", aparecida por los mismos días que la obra de Joly.




Desde el hallazgo del Times, el montaje era sobradamente conocido, lo cual no impidió a Hitler, que leyó los Protocolos en 1923, mientras se encontraba preso por el putsch de Múnich en Landsberg, donde además redactó Mein Kampf, utilizarlos sin rubor y emplearlos "como un manual en su guerra de exterminio de los judíos", en palabras de Nora Levin.




Henry Ford –que aparte de fabricar coches, labor que materialmente dejaba en manos de otros, dedicaba todo su tiempo de ocio a actividades antisemitas– asumió la divulgación de los Protocolos; escribió al respecto un montón de artículos, publicados en su propia revista, The Dearborn Independent, y reunidos más tarde en El judío internacional, que al año de su publicación, en 1922, ya tenía 22 ediciones en 16 lenguas. 


Es muy probable que Ford, o alguien de su equipo, leyera el Times.
Ni a Hitler ni a Ford les importaba la autenticidad de los Protocolos: se habían contagiado de, o habían heredado, la psicosis judeófoba diagnosticada por el doctor Pinsker. 


Como tantos. La judeofobia es una psicosis endémica que, de tanto en tanto, cuando las condiciones le son favorables, se activa y alcanza proporciones epidémicas y hasta pandémicas.




La mayor parte de las numerosas ediciones que hoy circulan de los Protocolosson traducciones al árabe. 


De hecho, se trata a la vez de un best seller y de un long seller en el mundo islámico, desde que lo introdujo en él el Gran Muftí de Jerusalem, Hajj Amín al Huseini.




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Los protocolos de los sabios de Sión - Wikipedia, la enciclopedia ...

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Los protocolos de los sabios de Sión (en ruso: Протоколы сионских мудрецов, transliterado como Protokoly Sionskij Mudretsov, usualmente abreviado a Сионские ...
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César Vidal - Wikipedia, la enciclopedia libre


César Vidal Manzanares (Madrid, 1958) es un escritor y periodista español, autor de numerosas obras de divulgación histórica, ensayos y novelas. ...
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