Están las personas que hacen que las cosas pasen, los que ven las cosas pasar, y los que no saben lo que está pasando. –Proverbio anónimo
Están las personas que hacen que las cosas pasen, los que ven las cosas pasar, y los que no saben lo que está pasando. –Proverbio anónimo
La intervención española en la Guerra de la Independencia norteamericana fue decisiva para la emancipación de las colonias alzadas, aunque a la luz de los posteriores comportamientos de esta nación para con la nuestra, pudiera ser que hubieran sido asaltados por un extraño episodio de amnesia, pues su conducta para con una nación –la española–, cuyo apoyo en su alumbramiento a la historia fue crucial, no ha hecho nunca honor a la palabra agradecimiento.
Esta intervención de España elevaría la crudeza de la Guerra de Independencia contra los ingleses a unos niveles insoportables, haciendo insostenible su presencia en el continente.
La guerra es fea. La guerra es la madre de la carta blanca. La guerra destierra los principios ante la abrumadora presencia de la impunidad, y la certeza de que el castigo nunca llegara por vía divina, si no humana. Se puede matar legalmente en nombre del todo vale. No hay excusa que sea indulgente con los actos de los hombres en la guerra, más allá del miedo atroz al adversario y en muchas ocasiones, al propio mando. Es un escenario de barbarie donde la compasión tiende a brillar por su ausencia. Huérfanos, viudas, violaciones de la intimidad más profunda, mutaciones rotundas y radicales en la percepción de la engañosa realidad, ausencia de un Dios digno de tal nombre, llantos por doquier, la tempestad del horror y los odios extremos, hacen de la guerra el único escenario posible en el que se puede localizar el infierno, y no en lejanas latitudes u otros inciertos lugares.
Están las personas que hacen que las cosas pasen, los que ven las cosas pasar, y los que no saben lo que está pasando.
–Proverbio anónimo.
La intervención española en la Guerra de la Independencia norteamericana fue decisiva para la emancipación de las colonias alzadas, aunque a la luz de los posteriores comportamientos de esta nación para con la nuestra, pudiera ser que hubieran sido asaltados por un extraño episodio de amnesia, pues su conducta para con una nación –la española–, cuyo apoyo en su alumbramiento a la historia fue crucial, no ha hecho nunca honor a la palabra agradecimiento.
Esta intervención de España elevaría la crudeza de la Guerra de Independencia contra los ingleses a unos niveles insoportables, haciendo insostenible su presencia en el continente.
La guerra es fea. La guerra es la madre de la carta blanca. La guerra destierra los principios ante la abrumadora presencia de la impunidad, y la certeza de que el castigo nunca llegara por vía divina, si no humana. Se puede matar legalmente en nombre del todo vale. No hay excusa que sea indulgente con los actos de los hombres en la guerra, más allá del miedo atroz al adversario y en muchas ocasiones, al propio mando.
Es un escenario de barbarie donde la compasión tiende a brillar por su ausencia. Huérfanos, viudas, violaciones de la intimidad más profunda, mutaciones rotundas y radicales en la percepción de la engañosa realidad, ausencia de un Dios digno de tal nombre, llantos por doquier, la tempestad del horror y los odios extremos, hacen de la guerra el único escenario posible en el que se puede localizar el infierno, y no en lejanas latitudes u otros inciertos lugares.
Al otro lado del Atlántico, un hombre de una pieza, Bernardo de Gálvez, aunaba talento y optimismo ante retos enormes.
Pero lo más terrible de la guerra es que no suele obedecer a factores fortuitos como idea general; siempre está programada al detalle. Es un teatro con una tramoya muy sorprendente si fuéramos capaces de descorrer los velos anestésicos de nuestra estulticia.
En el difícil siglo XVIII español, las fronteras de aquel fabuloso imperio estaban demasiado sobreexpandidas y la elongación de las líneas de comunicación y abastecimiento eran en ocasiones encajes de orfebrería que oscilaban entre la necesidad de evitar la engorrosa piratería y la indispensable y pantagruélicavoracidad de las arcas de la metrópoli.
Al otro lado del Atlántico, un hombre de una pieza aunaba talento y optimismo ante retos enormes. Esto era una teoría clave en el particular abecedario del militar español Bernardo de Gálvez en sus expeditivas actuaciones en el sureste de lo que hoy es la Norteamérica anglosajona y que en su tiempo España llegaría a ocupar en más de la mitad de su actual territorio continental, en lo que antaño fueron parte de sus extensos dominios, y que si trazáramos una línea imaginaria sobre ellos, nos dejaría más que descolocados.
Casi la mitad exacta de los actuales EE.UU fueron abarcados, hollados, peleados y colonizados por peninsulares de una talla inusual enfrentando retos colosales.
Recordemos, sin ir más lejos, la odisea de Cabeza de Vaca.
Nunca tantos debieron tanto a tan pocos, ha quedado en el imaginario público como una frase del ilustre y controvertido líder político inglés, Winston Churchill.
Más, cualquier español de la época (siglo XVIII) y de hoy, podría suscribir perfectamente esta famosa frase en relación con el protagonismo de un puñado de hombres y los hechos acontecidos en un remoto lugar de lo que bastantes años después sería otro poderoso imperio.
Una posición delicada en la Historia
En aquella época, y para variar, los ingleses andaban ramoneando por aquellas latitudes mientras jugaban al despiste, hasta que dieron con la horma de su zapato.
Para situarnos en un contexto, deberíamos remontarnos a la Guerra de los Siete Años (1756-1763), ganada por el Reino Unido a Francia y España. Tras esa guerra, la España de Carlos III y la Francia de Luis XV, y poco después, de Luis XVI, aguardaban con heridas aún sin cicatrizar, ojo avizor una oportunidad para devolver el golpe a Inglaterra.
La sublevación de las Trece Colonias hacia 1775 en lo que se ha dado en llamar la guerra de la independencia norteamericana; que veían cómo sus cargas impositivas, aumentaban y aumentaban sin cesar, colmaría su paciencia tras el nuevo impuesto del té que daría origen a un motín en Boston que cambiaría la historia, pariendo uno de los imperios más potentes conocidos hasta la fecha.
España ayudaría económicamente a los rebeldes norteamericanos desde sus primeros balbuceos. Esta práctica de "mover la cuna" mirando para otro lado, era algo normal entre naciones adversarias que deseaban erosionar a otras sutilmente, alejarlas o disuadirlas de pretensiones incompatibles con los propios intereses, entiéndase, del plato propio.
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Biografía[editar]. Alvar Núñez Cabeza de Vaca nació entre 1488 y 1490 en el seno de una familia hidalga. Aproximadamente en 1512 se alistó en las tropas de ...
Nota : pongo estos tres refranes para que el lector tenga cuidado con lo que lee. Es muy facil manipular a la gente, todo el cuidado es poco. Hay que CUESTIONARSE lo que se lee, CONTRASTARLO y luego CADA UNO DEBE LLEGAR A SUS PROPIAS CONCLUSIONES.
** Soy un EMPRESARIO JUBILADO que me limito al ARCHIVO de lo que me voy encontrando "EN LA NUBE" y me parece interesante. **
** Lo intento hacer de una forma ordenada/organizada mediante los blogs gratuitos de Blogger. **
** Utilizo el sistema COPIAR/PEGAR, luego lo archivo. ( Solo lo INTERESANTE, según mi criterio). **
** Tengo una serie de familiares/ amigos/ conocidos (yo le llamo "LA PEÑA") que me animan a que se los archive para leerlo ellos después. **
** Los artículos que COPIO Y PEGO EN MI ARCHIVO o RECOPILACIÓN (cada uno que le llame como quiera), contienen opiniones con las que yo puedo o no, estar de acuerdo. **
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** Pido perdon por MIS limitaciones literarias. El hacerlo mejor (no mucho) me cuesta dedicarle MAS TIEMPO, y la verdad es que (ademas de no tener tiempo) tengo poca paciencia, por ello, y nuevamente, pido disculpas por las susodichas limitaciones. **
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