¿Cuál es esa ciudad de la que todavía recuerda con fuerza la primera imagen que tuvo de ella?
Bilbao. Porque después de la primera, vino la segunda, la tercera… Además, Bilbao hoy es una ciudad muy distinta, tristemente, a la que describo en mi libro: Bilbao en su mejor Madrid. Una ciudad que se proyecta al resto del mundo.
Cita a María Zambrano que dijo que España es un país que no acepta su propia Historia. ¿Es éste un obstáculo para el historiador?
Esto nos da mucho más trabajo. Por eso yo me he volcado mucho en llevar la Historia a todos los ciudadanos y hacerlo con un estilo claro, colorido y sintético. Siempre digo que ejerzo el difícil arte de la síntesis.
Muchos españoles han crecido con la sensación de habitar una nación fracasada…
Nos ha hecho mucho daño esta especie de pesimismo innato a la condición de España. Es una teoría de nuestra Historia, la Historia de la decadencia, que nace después del siglo XVI. Pero yo creo que esto ya se ha corregido y hemos pasado lo peor.
Álvaro Cunqueiro, lo cita en su libro, dijo que “hay más luz en lo soñado que en lo vivido y la parte más real de la memoria se hace con los sueño.”
¿Memoria e Historia pueden ir de la mano?
Puede ir de la mano pero en un tramo muy corto. Porque la memoria hace alusión a la subjetividad y la Historia tiene un prurito, un deseo de manifestarse como ciencia. Así que eso de la Memoria Histórica me parece una paradoja.
¿Qué es lo que perdura o, al menos, lo que debería perdurar?
Queda la palabra, los poemas, la belleza del arte, la arquitectura del pensamiento. Queda el hombre en busca de la verdad y la belleza, que no es otra cosa que la cultura.
¿Cuanto tiempo tiene que pasar para que un hecho se convierta en Historia?
Un minuto.
La Historia del presente ha que hacerla también porque sino se acabará haciendo en contra de la propia Historia. Los historiadores teníamos la teoría de que había que alejarse del objeto estudiado para tener perspectiva.
Los historiadores tenemos que abandonar ese prurito de que no podemos mezclarnos con nuestro presente porque nos contamina.
¿El periódico de ayer ya es Historia?
Por supuesto. Todos los periódicos son grandes generadores de noticias para los historiadores. La mirada del periodista es la más efímera pero la más directa. Los historiadores son los que tienen que establecer las relaciones de causa-efecto.
¿Cómo aprender a amar el pasado?
Nacionalistas y tradicionalistas que presumen de amar el pasado, en realidad, no lo aman. No pueden amar el pasado porque lo tratan como presente. Los que amamos verdaderamente el pasado lo tomamos como tal.
¿En qué medida la Educación en algunas regiones puede reflejar el deseo de una identidad frente al anhelo de la cultura en España?
Hoy asistimos a un despropósito, a un asalto a la Educación. La manipulación autonómica de los libros de texto atenta contra la Historia integradora.
Se han hecho barbaridades con el objetivo de justificar con la cultura y la Historia la división autonómica.