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30/4/09

El Habla del Siglo de Oro

El Habla del Siglo de Oro

Plaza mayor de Madrid en el siglo XVII

Me mola trasegarme unas birras mientras veo una peli en el plasma. Probablemente, si a un español de los siglos XVI-XVII le soltara de repente esta frase, me miraría raro y se preguntaría que en que extraño idioma le estoy hablando ya que, aunque entiende palabras, no sabe lo que le estoy diciendo.

Pero antes de pensar que este viajero en el tiempo es un pobre ignorante, tened en cuenta que a nosotros nos pasaría algo muy parecido si de repente amaneciéramos en medio de una plaza de aquella época. La culpa de esto lo tiene el hablar de la calle, el argot, que cambia y muta a través del tiempo según las costumbres, modas o tendencias de una época.

Vamos a contar una pequeña historia para que veamos la diferencia.

Para esto le ruego a vuestras mercedes que se imaginen que se encuentran en una taberna de alguna ciudad española del siglo de oro.

El mesón es un tugurio de mala muerte donde sabes que el tabernero, sin encomendarse a virgen ni a santo alguno, antes de servir el vino siempre lo bautiza (le echa agua). Sin embargo, a vuestra merced no le  importa porque allí sabe que puede encontrar a viejos compañeros, antiguos mílites (soldados del tercio) como lo sois vos, con quien poder echar una partida a la descuadernada (baraja de naipes) o también a los huesos de Juan Tarafe (dados).

De repente, cuando se encuentra en mitad de una apuesta que le acomoda (gusta), entran por la puerta un grupo de bravucones matasietes (fanfarrones) que se hacen notar entre los parroquianos (clientes asiduos del lugar) con mucho sonar de hierros (moviéndose para hacer chocar sus armas).


Uno de ellos, que además cargaba delantero, o sea, que llevaba en el cuerpo unos cuantos cuartillos de vino, se arrostra con vuesa merced y se le ocurre mentar algo sobre su honra.

Para que quieres más. Si el bravucón tiene asaduras, vos sois persona de hígados, así que tras intercambiar unos cuantos !voto a tal¡ y unos cuantos !pardiez¡, decides que… !No queda sino batirse¡


Las primeras blancas (espadas, concretamente las hojas) hacen su aparición y se entabla un duro cruzar de aceros. Alguno de los matasietes cae atravesado muy lindamente por una espada y si a esas alturas vos no está listo de papeles (muerto), lo mejor es escapar barba sobre hombro (receloso, mirando hacia atrás) ya que a los alguaciles no les gusta ver sangre si no han sido ellos quienes la han derramado.

Pero tenga cuidado en su huida no vaya a topar con personas de un solo libro (la iglesia, la inquisición). Primero le desnudarán para ver si está tajado(circuncidado). Si eres judío ya has cometido suficiente pecado y no mirarán más.

Si ese no es el caso de vuestra merced, entonces los monjes, con su habilidad para retorcer cuerdas (torturar), le harán confesar todos sus pecados, incluso hasta los que le hubiera gustado cometer. Aunque en lo que realmente destaca el Santo Oficio es en hacer torreznos (quemar en la hoguera) en su justo punto de cocción.

Si de todos modos voecencia no tiene suerte, cae en manos de la justicia y no tiene dinero para cegar a la tuerta (Sobornar al juez. Y es que si la justicia es ciega, los jueces son tuertos) siento decirle que vuestra merced va aviado. Lo más probable es que termine en alguna oscura celda criando gente (tener piojos, pulgas..). También puede ser que acabe apaleando sardinas (remando en galeras) o, en el peor de los casos, en alguna plaza pública con una indigestión de esparto (en la horca).


Así que como pueden ver vuestras mercedes, en aquellos tiempos convulsos, además de saber mover la espada, también debías de saber mover la lengua.

Relacionado:

El Lenguaje de los Tercios.

Todas las ilustraciones son de Joan Mundet y adornan los libros del Capitan Alatriste.

Más en:

Colección de libros Capitán Alatriste de D. Arturo Perez reverte.

Los Tercios. La Infantería Legendaria de F.Martinez Laínez y J.M. Sanchez deToga