CSI Arqueológico
En Mayo de 1982 tuvo lugar un fantástico e inesperado hallazgo. Una excavadora trabajaba en la calle Coppergate de York (Inglaterra) cuando el operario que la manejaba sintió que la pala chocaba con un objeto metálico. Cuando vio lo que había golpeado inmediatamente avisó al encargado. Aquello que sobresalía de la tierra parecía un antiguo casco que seguramente llevaba siglos allí enterrado.
Inmediatamente se puso en marcha una operación de rescate e investigación digna del mejor episodio de la serie CSI.
El casco según se encontró. El agujero que se aprecia se lo hizo la excavadora.
Lo primero era sacarlo de allí enseguida ya que si permanecía mucho tiempo en contacto con el aire podría deteriorarse rápidamente. Después de toda una tarde de trabajo contra reloj se consiguió sacar cuando ya había anochecido.
El casco, aunque le faltaba un protector de la mejilla, se encontraba bastante bien conservado ya que había estado enterrado en un sitio fangoso, húmedo y libre de oxígeno. Pero el problema ahora era “estabilizar” el objeto para acostumbrarlo a su nuevo entorno. Normalmente en otros casos se recurría a un ambiente muy seco para evitar la oxidación pero en este caso no era posible ya que si hubiera algún componente de tela, papel o piel, este se desmenuzaría cuando se secase. Así que el casco fue sometido a un ambiente ligeramente húmedo pero libre de oxígeno ya que fue sustituido por nitrógeno. Después de ser sometido a este tratamiento el casco estaba preparado para que pudiera ser manipulado sin problemas.
Esquema del tratamiento de nitrógeno al que se sometió el casco.
Se comenzó por realizar un escaner (TAC) en un hospital para obtener una imagen de su interior y conocer su estructura. Con esto llegó la primera sorpresa. Dentro se podía distinguir la pieza que faltaba al casco así como un trozo de cota de malla.
Imagen del TAC donde se vislumbra algo en su interior.
También se le realizó un examen de la superficie del casco por medio de rayos-X. Para esto se utilizó una técnica especial que consistió en forrar todo el casco con una película fléxibe de rayos-X. Gracias a esto se conocieron detalles de su construcción y se descubrieron distintos adornos e inscripciones.
Imagen de Rayos-X
Con estos datos se comenzó a limpiar cuidadosamente extrayendo toda la tierra poco a poco, por capas y luego analizándola por si hubiera alguna evidencia microscópica.
De dentro del casco se extrajo el protector de mejilla que faltaba y también la cota de malla que en su origen colgaba de la parte de atrás del casco y cubría nuca y cuello. Esta cota se encontraba en un estado bastante deplorable, pero tras una minuciosa y delicada tarea, se separaron uno por uno, los 1.942 anillos que lo componían para limpiarlos y volver a ensamblarlos nuevamente.
La cota de malla antes y después de su restauración.
Al casco entero se le sometió a un concienzudo tratamiento de limpieza y los artísticos relieves realizados sobre cobre y que adornaban las cejas y el protector de nariz comenzaron a lucir como hace cientos de años.
Los relieves están realizados sobre cobre y realizados por un excelente artesano.
También se descifró la inscripción grabada en la parte superior. Dice así:
IN NOMINE : DNI : NOSTRI : IHV : SCS : SPS : DI : ET : OMNIBVS : DECEMVS : AMEN: OSHERE : XPI
(En el nombre de Jesús nuestro señor, del espíritu santo, de dios y todos nosotros decimos amén. Oshere. Xpi.)
Dibujo de la de la inscripción en la parte superior.
Oshere es un nombre masculino Sajón y Xpi son las tres primeras letras de cristo en griego. El casco se data en el siglo VIII y es anglo-sajón pero nada se sabe del tal Oshere quien probablemente fue su dueño. Alguien importante sin duda, pues un casco de hierro y cobre como éste y tan bien trabajado no estaba al alcance de cualquiera.
El casco ya era viejo cuando lo enterraron y tenía signos de haber sido usado largamente (los relieves estaban desgastados del roce, tenía varias abolladuras…) pero el hecho de que se encontraran dentro de él las piezas rotas era señal de que no había sido abandonado o perdido en alguna batalla, sino que fue enterrado con cierto cuidado. Entonces la pregunta es inevitable, ¿Quién y por qué lo enterró?
A partir de aquí y con todos los datos científicos de la mano, entramos en el terreno de la especulación. Aquella fue una época y una zona convulsa y puede haber varias interpretaciones. El casco, aunque sólo fuera como “chatarra” al peso, podía suponer una pequeña fortuna para su dueño, así que es posible que lo enterrara por temor a que se lo robaran pero, por vicisitudes de la vida, no pudo volver a recuperarlo. Quizás también pudo ser un ladrón que consiguió el objetivo de sustraerlo pero viéndose perseguido decidió esconderlo para volver a por él en una mejor oportunidad que nunca se presentó.
O tal vez fue un veterano y duro guerrero, curtido en mil batallas, quien herido después de su última lucha y cansado de tanta guerra, observa su casco tan viejo y maltrecho como él y piensa que aquel objeto, que le ha salvado de cientos de estocadas, hachazos y cuchilladas, merece algo más digno que acabar tirado al borde de un camino. Por eso, allí mismo, decide cavar un pequeño agujero donde, con reverencial cuidado, deposita primero las piezas rotas y después cubriéndolo todo, pone encima su leal casco. Luego, lo tapa poco a poco con tierra y apoyado sobre sus doloridas rodillas eleva una pequeña oración donde ruega que el día que tenga que llegar su hora, también le conceda dios un digno y honroso final.
Yo personalmente me quedo con esta última posibilidad, pero sin más base histórica que la de que soy un romanticón.
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