En ocasiones, un caballero hacía una promesa para mostrar su valor o por algún otro tipo de cuestión, y por la misma se obligaba a las situaciones más variopintas: permanecer sin afeitarse durante un determinado tiempo, sin cortarse el cabello, vivir con un ojo cubierto por un parche, no comer carne en ciertos días…
Una de estos tipos de promesas era el conocido como paso de armas. En estos casos, el caballero se comprometía a luchar contra todos aquellos que pasaran por determinado lugar hasta dar fin a la promesa. Si los viajeros no querían luchar, deberían ir por otro camino. Para estas acciones se solía escoger un puente, un cruce de caminos o algún enclave similar.
El caballero castellano Suero de Quiñones llevó a cabo uno de estos pasos de armas en un puente sobre el río Órbigo, en el camino de Santiago a su transcurso por León. Es quizás uno de los más famosos. Prometió llevar al cuello una argolla todos los jueves hasta que él y sus compañeros hubiesen roto en aquel lugar 300 lanzas en su lucha contra otros caballeros que pretendieran cruzar el puente. Si no era un caballero sino una dama la que quería pasar el puente, debía entregar el guante de su mano derecha y, además, el caballero que las acompañase debía batirse por ella.
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