Hace unos días explicábamos cómo se armaba un caballero y el profundo honor y responsabilidades que ello conllevaba. Estos valores y la lealtad al señor eran similares y entendidos de igual manera en todas las partes del mundo cristiano, pero en algunos casos se desarrollaron unas estructuras un poco más complejas.
Inspiradas en muchos casos por las leyendas artúricas, se crearon órdenes, no religiosas, que exaltaban los conceptos de la caballería, fomentaban una serie de relaciones y jerarquías y establecían lazos de unión entre los señores, nobles y caballeros. Una de estas órdenes fue la Orden de la Banda, creada por Alfonso XI en Castilla en torno a 1332. Su nombre proviene del pendón de batalla del rey, que mostraba una banda de oro sobre fondo rojo. De este modo, lo caballeros vestían paños blancos con una banda de tafetán carmesí.
De acuerdo a las normas de la Orden de la Banda, sus miembros no podían beber vino de pie o en jarra de barro o madera. Dignificar la bebida es una sabia medida, sin duda. También había una prohibición a comer sin mantel, a jugar a los dados en tiempo de guerra, a hablar en contra de una dama, mentir, quejarse de heridas o alardear de las hazañas. Todo esto, junto con la obligación de andar pausadamente y portar siempre la espada, bien podía cambiar a un simple caballero y hacerlo un caballero digno de la aquella mesa redonda en la que se inspiraban estas órdenes.
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