Según varios mapas históricos, los más antiguos de los cuales datan del siglo XVI, al norte de la Península del Yucatán, mar adentro, se encuentra una isla llamada Bermeja. Aunque su presencia se repite en mapas posteriores, hoy en día, todos los intentos de dar con ella han acabado en fracaso. Pese a todo, algunos se preguntan cómo puede ser que una isla, que aparecía en mapas oficialesmexicanos de mediados del siglo XX, se haya podido perder.
Las primeras representaciones del Golfo de México muestran la Península del Yucatán como una isla. En estos primeros mapas, además, se puede advertir de la presencia de una serie de islotes y bajos sin nombre situados al norte del Yucatán.
Aunque, según el historiador y cartógrafo Michel Antochiw, es en 1535 es cuando la isla Bermeja aparece, por primera vez, con ese nombre sobre un mapa. En concreto, se trata de uno bastante preciso del Golfo de México realizado por el portugués Gaspar Viegas. En dicho mapa, la Bermeja aparece acompañada por la isla de Alacranes. Ambas islas seguirán apareciendo, con o sin nombre, en mapas portugueses posteriores, desde los que saltaran a los franceses debido a la estrecha relación existente entre cartógrafos lusos y galos.
Unos años después de aparecer en el mapa de Viegas, la Bermeja también emerge de entre las aguas en los mapas realizados para España por el cartógrafo veneciano Sebastiano Caboto y publicados en Amberes en 1544. En torno a la península del Yucatán aparecen, además de Bermeja, la isla Triángulo, la isla de Arenas, Las Arcas, Triángulo, la isla Negrillos y el arrecife de Alacranes.
Unos años más tarde, en 1571, el mismo Sebastián Caboto comienza la redacción de la Geografía de las Indias. Aunque no puede acabarla al fallecer al año siguiente y tiene que terminar su obra el cosmógrafo del Rey, Juan López Velasco. Eran tiempos en que la elaboración de mapas era considerada una cuestión de estado y su elaboración se llevaba casi en secreto y no es de extrañar que las seis copias de la Geografía fueran guardadas bajo llave.
En esta obra, se advierte del peligro que suponen para la navegación las islas Triángulos, la Zarca, la de Arena, la de Bermeja y la de Negrillos. Aunque no parece que se hubiera realizado ninguna verificación sobre el terreno de la existencia de ninguna de todas ellas.
Además de en estos y otros mapas, durante este tiempo, la Bermeja también aparece en numerosos derroteros, en los cuales los exploradores describen las rutas, las costas o los fondos y otros peligros que pueden aguardar a los pilotos que naveguen por esas aguas. Sin embargo, a comienzos del siglo XIX la situación cambia. Durante 1804 y 1805, Ciriaco de Cevallos realiza levantamientos cartográficos de la zona en la que se suponía que estaban la isla Bermeja y las demás, pero no encontró ni rastro de Bermeja ni, tampoco, de la isla de Negrillos. Cevallos afirma que “esta isla que se sitúa en todas las cartas es de muy dudosa existencia”.
Según Michel Antochiw, a partir de entonces más que existir dudas de la existencia de Bermeja, se comienza a estar bastante convencido de que no existe. Pero, a pesar de ello, la isla no cae en el olvido y acabará siendo rescatada por los cartógrafos mexicanos en varios mapas de carácter oficial del siglo XIX y de principios del XX. Todo esto pese a no tener constancia de que existiera ninguna verificación marítima de su existencia.
De esta manera, en 1864 la isla aparece registrada en la “Carta Etnográfica de México” y en el libro de las “Islas Mexicanas”, editado por la Secretaría de Educación Pública, que la sitúa en 22⁰ 33′ latitud norte y a 91⁰ 22′ oeste. El mismo libro sostiene que algunas agencias federales de Estados Unidos reconocen su existencia. Pese a que resultaba imposible dar con ella, Bermeja continuó apareciendo en algunos mapas oficiales de México hasta 1946.
Como suele pasar en este tipo de historias sobre islotes remotos, la Bermeja tiene mucho más valor del que podría tener un pequeño trozo de tierra en medio del mar. Con el paso de los años y mediante la firma de varios tratados, Cuba, Estados Unidos y México han ido delimitando las fronteras de sus zonas económicas exclusivas en el Golfo de México. Sin embargo, existen dos áreas, conocidas como “hoyos de dona”, que aunque están fuera de ellas, han quedado totalmente rodeadas por los aguas territoriales de dos o más países. Formalmente, no pertenecen a nadie, hasta que los países colindantes decidan fijar sus límites ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU.
El occidental se encuentra frente a las costas de Texas y sus recursos se los tendrían que repartir entre México y Estados Unidos. En el oriental, que se encuentra entre las costas de Nueva Orleans y el Yucatán, Cuba también entraría en el posible reparto.
En el caso del hoyo occidental, el reparto de los 22.500 millones de barriles de petróleo que se supone podrían estar esperando en su fondo sería muy diferente de poderse encontrar la isla Bermeja. De confirmarse su existencia, México podría extender 55 kilómetros mar adentro su zona económica exclusiva en esa zona del golfo, lo que en la práctica le supondría pasar de controlar el 60% del hoyo ,que le corresponde según los tratados actuales, a controlarlo en casi su totalidad.
Es por ello que cuando México, a finales de los 90, comenzó las negociaciones con Estados Unidos para delimitar la plataforma continental entre ambos países más allá de las 200 millas náuticas de sus respectivas zonas económicas exclusivas, volvió a intentar dar con la isla Bermeja.
En septiembre de 1997, el Ministerio de Marina mexicano envió un buque oceanográfico a la zona. Aunque el barco rastreó más de 300 millas náuticas cuadradas en torno a su supuesta posición, no encontró ni rastro de Bermeja. En las coordenadas donde debía estar la isla, el fondo marino se encontraba a 1.472 metros de profundidad y era plano, por lo que no sólo la isla no estaba allí, sino que, además, parecía descartarse la posibilidad que lo hubiera estado alguna vez.
Al no encontrarse Bermeja, fueron las islas del Arrecife de Alacranes las que sirvieron de referencia a México para delimitar los límites con el vecino del norte.
Como resultado de las negociaciones, el gobierno mexicano consiguió que el del Hoyo de Dona y los demás yacimientos petrolíferos situados en la nueva frontera marítima quedaran protegidos por unamoratoria que impedía a ambos países realizar ningún tipo de prospección hasta 2010. Era una manera de evitar que los norteamericanos extrajeran petróleo de estos yacimientos mediante la succión lateral y, al mismo tiempo daba tiempo a la petrolera mexicana Pemex a hacerse con los equipos necesarios para la extracción de petróleo a más de 3.000 metros de profundidad.
Con muchos barriles de petróleo en juego, México volvió a buscar la isla Bermeja en marzo de 2009. Esta vez por encargo de la Cámara de Diputados mexicana , la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) envió su buque oceanográfico a explorar la zona. Se llevaron a cabo mediciones con ultrasonidos hasta una profundidad de 472 metros y se examinó un área de más de 220 kilómetros cuadrados. El intento no tuvo éxito, si bien no se descartaba que la isla pudiera encontrarse en otras coordenadas diferentes o que hubiera existido, pero hubiera desparecido a causa de un deslizamiento geológico.
Dos meses después, en mayo, fue el barco Río Tuxpan de la Armada de México el que intentó encontrar la isla. El Río Tuxpan tampoco tuvo suerte y tampoco consiguió dar con la isla, llegando a la conclusión que lo más posible es que Bermeja sólo hubiera sido un error cartográfico.
Finalmente, fue la Televisión Azteca la que decidió patrocinar otra expedición marítima para encontrar Bermeja. La expedición, que contaba con medios técnicos más limitados que las dos anteriores, tampoco pudo dar con la isla.
Aparte de por mar, durante todo este tiempo, la isla también ha sido buscada desde el aire, aunque en todos los casos el resultado ha sido el mismo que desde el mar: ni rastro de ella.
Sin embargo, todas estas evidencias no han conseguido convencer a todos de la no existencia de esta isla que hasta hace tan poco aparecía en mapas de México. De hecho, incluso entre los dispuestos a admitir que ya no existe, hay los que creen que ello no significa que no haya podido existir, por lo que buscan posibles explicaciones a su desaparición.
Algunos políticos mexicanos creen que la isla Bermeja habría sido un arrecife coralino o un banco de arena, pero habría desaparecido a causa de algún maremoto. Otros creen que la culpa la tiene el aumento del nivel del mar causado por el calentamiento global. Según estos últimos, Bermeja descansaría ahora sumergida un metro por debajo del nivel de las aguas.
Una última versión, aún más conspirativa, achacaría la desaparición de la isla a la mismísima CIA,que debido a su importancia económica la habría dinamitado. Además, estos políticos sospechan que durante la negociación del tratado del año 2000, los negociadores mexicanos sabedores de las riquezas petrolíferas que escondía el fondo del Hoyo de Dona occidental pudieron haber hecho un uso privilegiado de esa información en beneficio propio.
No obstante, la explicación que, según los expertos, parece más verosímil es que Bermeja nunca existió, sino que se trata de una isla fantasma más. Es decir, una isla que aparece en los mapas históricos durante un tiempo y va pasando de unos mapas a otros hasta que finalmente se comprueba que no existe. Algunas de estas islas fantasmas surgieron al ubicar incorrectamente islas reales, aunque otras sí que pudieron haber existido, pero al tratarse de islas muy frágiles (bancos de arenas, arrecifes o conos volcánicos) acabaron desapareciendo. ¿Sería Bermeja una isla de este último tipo, tal como defienden algunos políticos mexicanos?
PS: Bermeja no es la única isla mexicana desparecida de los mapas. Tampoco se ha podido encontrar Negrillos ni otros cuantos cayos o bajos similares.
Gracias a Jesús Marmolejo por avisarme desde México D.F de la existencia, o no existencia, de esta isla.
Enlace permanente a Bermeja, la isla que México perdió en los mapas
Las primeras representaciones del Golfo de México muestran la Península del Yucatán como una isla. En estos primeros mapas, además, se puede advertir de la presencia de una serie de islotes y bajos sin nombre situados al norte del Yucatán.
Aunque, según el historiador y cartógrafo Michel Antochiw, es en 1535 es cuando la isla Bermeja aparece, por primera vez, con ese nombre sobre un mapa. En concreto, se trata de uno bastante preciso del Golfo de México realizado por el portugués Gaspar Viegas. En dicho mapa, la Bermeja aparece acompañada por la isla de Alacranes. Ambas islas seguirán apareciendo, con o sin nombre, en mapas portugueses posteriores, desde los que saltaran a los franceses debido a la estrecha relación existente entre cartógrafos lusos y galos.
Unos años después de aparecer en el mapa de Viegas, la Bermeja también emerge de entre las aguas en los mapas realizados para España por el cartógrafo veneciano Sebastiano Caboto y publicados en Amberes en 1544. En torno a la península del Yucatán aparecen, además de Bermeja, la isla Triángulo, la isla de Arenas, Las Arcas, Triángulo, la isla Negrillos y el arrecife de Alacranes.
Unos años más tarde, en 1571, el mismo Sebastián Caboto comienza la redacción de la Geografía de las Indias. Aunque no puede acabarla al fallecer al año siguiente y tiene que terminar su obra el cosmógrafo del Rey, Juan López Velasco. Eran tiempos en que la elaboración de mapas era considerada una cuestión de estado y su elaboración se llevaba casi en secreto y no es de extrañar que las seis copias de la Geografía fueran guardadas bajo llave.
En esta obra, se advierte del peligro que suponen para la navegación las islas Triángulos, la Zarca, la de Arena, la de Bermeja y la de Negrillos. Aunque no parece que se hubiera realizado ninguna verificación sobre el terreno de la existencia de ninguna de todas ellas.
Además de en estos y otros mapas, durante este tiempo, la Bermeja también aparece en numerosos derroteros, en los cuales los exploradores describen las rutas, las costas o los fondos y otros peligros que pueden aguardar a los pilotos que naveguen por esas aguas. Sin embargo, a comienzos del siglo XIX la situación cambia. Durante 1804 y 1805, Ciriaco de Cevallos realiza levantamientos cartográficos de la zona en la que se suponía que estaban la isla Bermeja y las demás, pero no encontró ni rastro de Bermeja ni, tampoco, de la isla de Negrillos. Cevallos afirma que “esta isla que se sitúa en todas las cartas es de muy dudosa existencia”.
Según Michel Antochiw, a partir de entonces más que existir dudas de la existencia de Bermeja, se comienza a estar bastante convencido de que no existe. Pero, a pesar de ello, la isla no cae en el olvido y acabará siendo rescatada por los cartógrafos mexicanos en varios mapas de carácter oficial del siglo XIX y de principios del XX. Todo esto pese a no tener constancia de que existiera ninguna verificación marítima de su existencia.
De esta manera, en 1864 la isla aparece registrada en la “Carta Etnográfica de México” y en el libro de las “Islas Mexicanas”, editado por la Secretaría de Educación Pública, que la sitúa en 22⁰ 33′ latitud norte y a 91⁰ 22′ oeste. El mismo libro sostiene que algunas agencias federales de Estados Unidos reconocen su existencia. Pese a que resultaba imposible dar con ella, Bermeja continuó apareciendo en algunos mapas oficiales de México hasta 1946.
Como suele pasar en este tipo de historias sobre islotes remotos, la Bermeja tiene mucho más valor del que podría tener un pequeño trozo de tierra en medio del mar. Con el paso de los años y mediante la firma de varios tratados, Cuba, Estados Unidos y México han ido delimitando las fronteras de sus zonas económicas exclusivas en el Golfo de México. Sin embargo, existen dos áreas, conocidas como “hoyos de dona”, que aunque están fuera de ellas, han quedado totalmente rodeadas por los aguas territoriales de dos o más países. Formalmente, no pertenecen a nadie, hasta que los países colindantes decidan fijar sus límites ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU.
El occidental se encuentra frente a las costas de Texas y sus recursos se los tendrían que repartir entre México y Estados Unidos. En el oriental, que se encuentra entre las costas de Nueva Orleans y el Yucatán, Cuba también entraría en el posible reparto.
En el caso del hoyo occidental, el reparto de los 22.500 millones de barriles de petróleo que se supone podrían estar esperando en su fondo sería muy diferente de poderse encontrar la isla Bermeja. De confirmarse su existencia, México podría extender 55 kilómetros mar adentro su zona económica exclusiva en esa zona del golfo, lo que en la práctica le supondría pasar de controlar el 60% del hoyo ,que le corresponde según los tratados actuales, a controlarlo en casi su totalidad.
Es por ello que cuando México, a finales de los 90, comenzó las negociaciones con Estados Unidos para delimitar la plataforma continental entre ambos países más allá de las 200 millas náuticas de sus respectivas zonas económicas exclusivas, volvió a intentar dar con la isla Bermeja.
Vista general del Golfo de México del Mapa de las Indias Occidentales del 1796 hecho por Capitán inglés Joseph Smith Speer. Original interactivo
Detalle del mapa anterior en el que aparte de Bermeja se pueden ver Triángulos, Arcas, Negrillos y Arenas.
En septiembre de 1997, el Ministerio de Marina mexicano envió un buque oceanográfico a la zona. Aunque el barco rastreó más de 300 millas náuticas cuadradas en torno a su supuesta posición, no encontró ni rastro de Bermeja. En las coordenadas donde debía estar la isla, el fondo marino se encontraba a 1.472 metros de profundidad y era plano, por lo que no sólo la isla no estaba allí, sino que, además, parecía descartarse la posibilidad que lo hubiera estado alguna vez.
Al no encontrarse Bermeja, fueron las islas del Arrecife de Alacranes las que sirvieron de referencia a México para delimitar los límites con el vecino del norte.
Como resultado de las negociaciones, el gobierno mexicano consiguió que el del Hoyo de Dona y los demás yacimientos petrolíferos situados en la nueva frontera marítima quedaran protegidos por unamoratoria que impedía a ambos países realizar ningún tipo de prospección hasta 2010. Era una manera de evitar que los norteamericanos extrajeran petróleo de estos yacimientos mediante la succión lateral y, al mismo tiempo daba tiempo a la petrolera mexicana Pemex a hacerse con los equipos necesarios para la extracción de petróleo a más de 3.000 metros de profundidad.
Con muchos barriles de petróleo en juego, México volvió a buscar la isla Bermeja en marzo de 2009. Esta vez por encargo de la Cámara de Diputados mexicana , la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) envió su buque oceanográfico a explorar la zona. Se llevaron a cabo mediciones con ultrasonidos hasta una profundidad de 472 metros y se examinó un área de más de 220 kilómetros cuadrados. El intento no tuvo éxito, si bien no se descartaba que la isla pudiera encontrarse en otras coordenadas diferentes o que hubiera existido, pero hubiera desparecido a causa de un deslizamiento geológico.
Dos meses después, en mayo, fue el barco Río Tuxpan de la Armada de México el que intentó encontrar la isla. El Río Tuxpan tampoco tuvo suerte y tampoco consiguió dar con la isla, llegando a la conclusión que lo más posible es que Bermeja sólo hubiera sido un error cartográfico.
Finalmente, fue la Televisión Azteca la que decidió patrocinar otra expedición marítima para encontrar Bermeja. La expedición, que contaba con medios técnicos más limitados que las dos anteriores, tampoco pudo dar con la isla.
Aparte de por mar, durante todo este tiempo, la isla también ha sido buscada desde el aire, aunque en todos los casos el resultado ha sido el mismo que desde el mar: ni rastro de ella.
Sin embargo, todas estas evidencias no han conseguido convencer a todos de la no existencia de esta isla que hasta hace tan poco aparecía en mapas de México. De hecho, incluso entre los dispuestos a admitir que ya no existe, hay los que creen que ello no significa que no haya podido existir, por lo que buscan posibles explicaciones a su desaparición.
Algunos políticos mexicanos creen que la isla Bermeja habría sido un arrecife coralino o un banco de arena, pero habría desaparecido a causa de algún maremoto. Otros creen que la culpa la tiene el aumento del nivel del mar causado por el calentamiento global. Según estos últimos, Bermeja descansaría ahora sumergida un metro por debajo del nivel de las aguas.
Una última versión, aún más conspirativa, achacaría la desaparición de la isla a la mismísima CIA,que debido a su importancia económica la habría dinamitado. Además, estos políticos sospechan que durante la negociación del tratado del año 2000, los negociadores mexicanos sabedores de las riquezas petrolíferas que escondía el fondo del Hoyo de Dona occidental pudieron haber hecho un uso privilegiado de esa información en beneficio propio.
No obstante, la explicación que, según los expertos, parece más verosímil es que Bermeja nunca existió, sino que se trata de una isla fantasma más. Es decir, una isla que aparece en los mapas históricos durante un tiempo y va pasando de unos mapas a otros hasta que finalmente se comprueba que no existe. Algunas de estas islas fantasmas surgieron al ubicar incorrectamente islas reales, aunque otras sí que pudieron haber existido, pero al tratarse de islas muy frágiles (bancos de arenas, arrecifes o conos volcánicos) acabaron desapareciendo. ¿Sería Bermeja una isla de este último tipo, tal como defienden algunos políticos mexicanos?
PS: Bermeja no es la única isla mexicana desparecida de los mapas. Tampoco se ha podido encontrar Negrillos ni otros cuantos cayos o bajos similares.
Gracias a Jesús Marmolejo por avisarme desde México D.F de la existencia, o no existencia, de esta isla.
Enlace permanente a Bermeja, la isla que México perdió en los mapas