Freda Josephine McDonald, más conocida como Josephine Baker, fue una cantante y bailarina de cabaret nacida en EEUU en 1906. También hizo sus pinitos en el mundo del cine, ya en Francia. En su tiempo fue considerada un auténtico sex symbol y era ciertamente famosa. De hecho, supongo que muchos de ustedes la conocerán o al menos les sonará el nombre. Lo que no es tan conocido es que esta mujer fue un agente operativo de la resistencia francesa, es decir, una espía.
En 1920 Josephine Baker llegó a París y sus bailes fueron allí toda una revolución. En Francia, su país de adopción, le pilló el inicio de la Segunda Guerra Mundial, allá por 1940. Baker no dudó en ofrecer sus servicios a la resistencia francesa.
Ella mostraba su amor a Francia en sus declaraciones y decía que todo lo que era se lo debía a los franceses y que por lo tanto estaba en deuda con ellos. Pero a pesar de esto, sus superiores en la resistencia eran escépticos con respecto a su capacidad para la acción. Tenían miedo de que frente al peligro real la señorita Baker se viniera abajo. Tuvo oportunidades para demostrar lo contrario.
Cuando los nazis se hicieron con París, la cantante escondió en su casa, un castillo alejado de París, a miembros de la resistencia. También viajó a Lisboa, con la excusa de ofrecer algunos conciertos, para contactar con miembros de la Francia Libre y ser así transmisora de información. Algunos mensajes iban escritos con tinta invisible en los papeles en los que Josephine Baker llevaba los textos de sus canciones.
Su fama y espectacularidad le dieron la oportunidad de asistir como bailarina a reuniones y fiestas diplomáticas, en las que oía todo lo que podía para luego compartirlo con la resistencia.
Todas estas acciones de espionaje tuvieron su reconocimiento por parte de Francia una vez finalizada la guerra. Charles de Gauñlle le otorgó la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia. Cuando murió, en 1975, París le volvió a rendir homenaje. Ha sido la única mujer que ha recibido el saludo de 21 disparos en Francia al morir.
En 1920 Josephine Baker llegó a París y sus bailes fueron allí toda una revolución. En Francia, su país de adopción, le pilló el inicio de la Segunda Guerra Mundial, allá por 1940. Baker no dudó en ofrecer sus servicios a la resistencia francesa.
Ella mostraba su amor a Francia en sus declaraciones y decía que todo lo que era se lo debía a los franceses y que por lo tanto estaba en deuda con ellos. Pero a pesar de esto, sus superiores en la resistencia eran escépticos con respecto a su capacidad para la acción. Tenían miedo de que frente al peligro real la señorita Baker se viniera abajo. Tuvo oportunidades para demostrar lo contrario.
Cuando los nazis se hicieron con París, la cantante escondió en su casa, un castillo alejado de París, a miembros de la resistencia. También viajó a Lisboa, con la excusa de ofrecer algunos conciertos, para contactar con miembros de la Francia Libre y ser así transmisora de información. Algunos mensajes iban escritos con tinta invisible en los papeles en los que Josephine Baker llevaba los textos de sus canciones.
Su fama y espectacularidad le dieron la oportunidad de asistir como bailarina a reuniones y fiestas diplomáticas, en las que oía todo lo que podía para luego compartirlo con la resistencia.
Todas estas acciones de espionaje tuvieron su reconocimiento por parte de Francia una vez finalizada la guerra. Charles de Gauñlle le otorgó la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia. Cuando murió, en 1975, París le volvió a rendir homenaje. Ha sido la única mujer que ha recibido el saludo de 21 disparos en Francia al morir.
Fuente: The greatest war stories never told de Rick Beyer