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9/9/11

LA CONDESA SANGRIENTA




Elizabeth Bathory nació en 1560 en el seno de una riquísima familia húngara y pertenecía a la más rancia aristocracia, siendo su propio tío rey de Polonia, pero también tenía en sus raíces a familiares esotéricos. Uno de sus tios adoraba a Satán y algunos de sus otros familiares usaban la magia negra o la alquimia. Elizabeth se inició desde su infancia de mano de su nodriza en estas artes ocultas de la brujería y creció con una especial atracción hacia la sangre, y en aquella primera infancia sufrió sus primeros ataques neurológicos (podría tratarse fácilmente de epilepsia) que con el tiempo remitieron.

A los 15 años (1575) se casó con el conde Ferenz Nadasby. Era un guerrero de 26 años al que se conoció como El Héroe Negro o el Caballero Negro de Hungría. Juntos vivieron en el castillo familiar de los Nadasby, el Castillo Csejthe, situado en la cima de una colina por los Cárpatos. Cuando el conde se tuvo que marchar a luchar, cosa que hacía a menudo por las muchas guerras en las que participaba, Elizabeth se quedó sola y harta de este aislamiento y el aburrimiento se hizo amante de un tipo que por su raro aspecto llamaban "el vampiro". Cuando su marido volvió ella dejó al amante para mantener otro tipo de relaciones, esta vez lésbicas con dos de sus doncellas. De nuevo el marido se marchaba a la lucha y ella, aburrida, se interesó más intensamente en el esoterismo.

El 4 de enero de 1604 se quedó viuda. Tenía 44 años y su esposo moría enfermo cuando aún batallaba. En cuanto esto ocurrió Elizabeth se deshizo de su suegra y el resto de familiares de su esposo. Además bajó a los sótanos a las chicas que el conde protegía para castigarlas "como se merecían".

Cuenta la leyenda que, ya viuda, vio a su paso por un pueblo a una anciana decrépita de la que se burló. La anciana la maldijo diciéndole que ella también estaría como una vieja en poco tiempo.
Retrato del conde Nadasdy
Según la leyenda fue entonces cuando Elizabeth se cobró su primera víctima, una joven sirvienta que le peinaba en aquel momento. La joven dio un tirón a su pelo y Elizabeth la abofeteó con tal ímpetu que la hizo sangrar. Su mano quedó manchada y Elizabeth, en su imaginación, creyó ver que el trozo de piel manchado de sangre rejuvenecía y tenía mejor aspecto que el resto de su cuerpo.

A partir de entonces comenzó a rodearse de gente dedicada a la brujería, alquimistas y hechiceros, y viendo pasar el tiempo comienza su mayor preocupación en la vida: la de envejecer.

Cuenta la leyenda que, asustada por su posible envejecimiento, Elizabeth pidió consejo a su nodriza quien le "informó" de que para conseguir ser siempre joven necesitaba hacer un sacrificio humano, el de su doncella, y bañarse en la sangre de su víctima para conseguir la belleza eterna. Los alquimistas y brujas a los que consultó confirmaron lo que le decía su nodriza: la sangre prolongaba la juventud.

Aprovechando su enfado con la sirvienta que le había dado un tirón de pelo, y el irremediable deseo de llevar a cabo su plan Elizabeth ordenó que cortasen la venas de la joven y llenaran la bañera con su sangre. Su mayordomo, Thorko, y su sirvienta Dorottya, le ayudaron: rajaron el cuello de la muchacha, llenaron el barreño, y Elizabeth se dió su primer baño de sangre.

Y mientras seguían las guerras y los complots políticos, con el primer asesinato y la maldición de la anciana surgió un agravamiento de su soledad y su obsesión por el envejecimiento, y terminó por viajar por los Cárpatos en su carruaje buscando niñas de la que se pudiera servir. Iba acompañada de su mayordomo y su corpulenta sirvienta Dorottya, encontraban a la víctima perfecta, le prometía trabajo y la pobre joven terminaba secuestrada en el castillo tras ser azotada o drogada. En los sótanos del castillo las encadenaba y las acuchillaba para sacarles la sangre. De este desangramiento se ocupaban su sirviente, el verdugo, o la propia Elizabeth. Desde 1604 hasta 1610 sus sirvientes le proveyeron de jóvenes entre 9 y 26 años

Ruinas del castillo de Cséjthe
Cuando la víctima en cuestión parecía sana la mantenía con vida en el sótano durante años para convertirlas en fuente continua de sangre que beber.

Absolutamente "pirada" (no hay mejor palabra para describirla). Tras bañarse en la sangre ordenaba a sus sirvientas que le lamiesen la piel. Si las chicas no hacían ascos las recompensaba, pero si mostraban cualquier mueca de repugnancia, las torturaba hasta matarlas.

Los cuerpos de las víctimas comenzaron a enterrarse cerca del castillo y los restos de las chicas, los huesos, los aprovechaban los hechiceros para sus rituales. Cuando se hartaron de hacer excavaciones terminaron por tirar los cuerpos al campo esperando que las alimañas comieran la carne.

Cuando los problemas relacionados con su hermano Gabor la ponían en situaciones políticas delicadas, Elizabeth lo llevaba peor y era más dura en sus torturas, al tiempo que incluía novedades en sus métodos. Llegó a quemar los genitales de las sirvientas con velas, carbón o hierro candente sólo por divertirse. Probablemente descubrió su lesbianismo cuando mandaba a su doncellas que se desnudaran ante ella.

A las jóvenes secuestradas, en cambio, las mordía en hombros, mejillas y pechos para chupar su sangre, y como era lógico, en su castillo empezaron a "morir demasiadas sirvientes".
Vista del pueblo al pie del castillo

Pronto los habitantes del pueblo se percataron de que las jovencitas que iban a trabajar al castillo desaparecían y no volvía a vérselas. Cuando los campesinos veían el carruaje de la condesa ya sabían que Elizabeth buscaba una nueva sirvienta que... desaparecería como todas las demás. Tras once años viendo desaparecer jóvenes y escuchando profundos gritos que venían del castillo, los campesinos comenzaron a investigar por su cuenta y se encontraron con varios cuerpos sin vida de algunas de esas chicas en las inmediaciones del castillo. En el castillo habían empezado escondiendo los cadáveres incluso debajo de las camas, pero como el hedor era nauseabundo, los sirvientes terminaron soltándolos por lugares abiertos poniendo en peligro el secreto de la condesa. Los pueblerinos comenzaron a decir que el castillo estaba maldito y en él habitaban vampiros. Llegaron con sus sospechas hasta el mismo soberano, pero Mathias II no les hizo caso hasta 1610 en que envió una tropa de soldados bajo las órdenes del propio primo de Elizabeth, Gyorgy Thruso.

Esta vez sí decidió escuchar al pueblo y al pastor porque, con tanto crimen, en el pueblo ya no quedaban jovencitas a las que "contratar" como sirvientas y la condesa había cometido el error de buscar entre sus influyentes y ricas amistades, niñas y adolescentes a las que "educaría" en el castillo. Las muertes consecutivas de estas jovencitas de buena familia fueron suficiente para sospechar que tanto fallecimiento por enfermedades misteriosas o causas desconocidas no podían dejarse pasar. Elizabeth estaba desangrando niñas de buena familia, hijas de aristócratas... El rey no podía quedarse con las manos quietas y envió al primo de la condesa, enemigo a su vez de ésta, el mencionado Gyorgy Thruso.

Los soldados llegaron al castillo el 30 de diciembre de 1610. A su llegada les recibió la imagen de una joven sirvienta agonizante en el cepo, con el cuerpo fracturado, y puesto que para ellos tampoco era tan raro aquello de que fueran castigadas, no le hicieron excesivo caso. Pero luego encontraron en el suelo del salón una joven muy pálida que se estaba desangrando. Junto a ella otra muchacha que tenía el aspecto de haber sido torturada a palos y quemaduras, la habían pinchado en repetidas ocasiones para vaciarla de sangre y ya no respiraba. Sus investigaciones llegaron a descubrir cincuenta cadáveres sepultados en las inmediaciones del castillo.

La "dama de hierro"

En el sótano encontraron muchas víctimas aún con vida, terriblemente torturadas y con suficientes cortes como para atestiguar que habían servido de fuente de bebida para la condesa Báthory durante las últimas semanas. Vieron que en el sótano había un artefacto de hierro (jaula) con forma humana que en su interior estaba lleno de pinchos. Ahí metían a las chicas cuyos pinchos atravesaban sus cuerpos, alzaban la plataforma y la condesa se ponía debajo para ducharse con la sangre de las mujeres.

Habían construido en el castillo un sistema de canalización para que la sangre de otras de sus víctimas viajaran por los conductos hasta llenar la bañera de Elizabeth (Erzsébeth) Bathory.

Liberaron a las víctimas y siguieron sus pesquisas por las habitaciones, encontrando en una de ellas a la condesa con algunos hechiceros dedicándose a un nuevo ritual.

Si todo esto no fuera suficiente prueba el castillo despedía, además, olor a podredumbre. Múltiples manchas de sangre trataban de limpiarse o esconderse con serrín y ceniza que guardaban en toneles.

Detuvieron a Elizabeth y sus brujos, y a la condesa se le condenó por sus diez años de masacres sin necesidad de buscar más pruebas de las encontradas. Era suficiente. Según el diario de la condesa, prueba irrefutable de sus crímenes, con ayuda de sus secuaces asesinaron a casi 650 niñas. Su meta, la de conseguir la sangre que necesitaba para conservar su belleza y juventud.

La condena entre Elizabeth y sus secuaces tuvo sus diferencias. A sus compinches se les decapitó o se les quemó en la hoguera, pero Elizabeth era noble y amiga personal del rey húngaro, por lo que fue condenada con severidad a una muerte lenta. Ojo por ojo. Fue emparedada en su propia habitación dejándole una ranura por donde le pasaban los desperdicios de la comida y algo de agua.

Cuatro años más tarde falleció sin haber pronunciado durante ese tiempo de prisión una sola palabra. Un día decidió no comer más, y a los 54 años falleció de inanición en 1614.