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28/10/09

La accidentada salida de Sabino de la Casa Real

PUBLICADO por LEVANTE -EMV.com el 28/10/2009


La accidentada salida de Sabino de la Casa Real


El Rey desembarca del yate en presencia de F. Campo.

El Rey desembarca del yate en presencia de F. Campo.  levante-emv

Fernández Campo se enteró de su cese en 1992 cuando el Rey, en un restaurante y en su presencia, comunicó a la Reina su renuncia voluntaria El relevo se produjo en plena guerra de "dossieres" y de rumores de abdicación

JAVIER CUARTAS OVIEDO. La salida de Sabino Fernández Campo de la Casa Real fue azarosa y se produjo en momentos convulsos de la vida española, un período caracterizado por la economía del "pelotazo", el arribismo, las carreras fulgurantes en el cosmos de la riqueza y la guerra de "dossieres" a cara de perro entre grupos de interés y "tiburones" de colmillos afilados deambulando por el "monopoly" de las finanzas a la búsqueda de una oportunidad para encumbrarse en los aledaños de las instituciones y asestar la siguiente operación de un capitalismo que se definió entonces como "de casino" y "sin escrúpulos". En esa batalla de asalto al olimpo del dinero y del poder sucumbió el hasta entonces jefe de la Casa Real.

El relevo se produjo en 1993. Pero el desenlace sobrevino unos meses antes, en 1992, en el restaurante madrileño Casa Lucio, donde el Rey invitó a cenar a la Reina y a Fernández Campo y en el que el Monarca informó a Sofía de la "renuncia" del general asturiano tras 16 años de servicio a la Casa. La particularidad era que Fernández Campo se enteró de su inminente destitución al mismo tiempo que la Reina.


La pérdida de confianza se atribuyó a la acción interesada de quienes habrían hecho creer al Rey que determinadas informaciones y reportajes sobre su vida privada que habían sido publicados en los últimos meses en algunos medios de comunicación afines entonces a controvertidos financieros de la época eran producto de filtraciones en las que subyacía supuestamente la mano sibilina de Sabino. Fernández Campo, según se le hizo creer al Rey, estaría con ello tratando de forzar la abdicación del Rey en favor de su hijo, el Príncipe Felipe.


Aquellas versiones interesadas pudieron llegar a tener verosimilitud para el Monarca porque Sabino, en el ejercicio de la lealtad, había tenido desencuentros con el Rey. Fernández Campo, como el propio Felipe González (entonces presidente del Gobierno) habían alertado a Juan Carlos del peligro de algunas compañías y de las confusas y acaso espurias intenciones de algunos protagonistas estelares de la vida financiera nacional, empeñados en gozar de la confianza regia. El tiempo habría de confirmar lo acertado de aquellos consejos porque no pocas de aquellas personas fueron desfilando, una tras otra, ante los tribunales de Justicia y por el portón de ingreso de internos en algunos establecimientos penitenciarios. El mismo Juan Carlos admitió en 1993 que "para un Rey es difícil tener amigos. Difícil y peligroso". Lo hizo en las memorias que confió a José Luis de Vilallonga, a cuya publicación también se opuso Fernández Campo, quien apenas logró neutralizar los pasajes más "inconvenientes".




Sabino tenía un elevado y exigente concepto de la monarquía, y para él su desempeño debía incorporar más renuncias que privilegios, y más sacrificios que ventajas. Encarnaba así el general asturiano la vieja máxima de George Borrow en 1837: "Un buen asturiano es buena compañía para un rey y es a menudo de mejor sangre".

Las relaciones del monarca
La difusión de algunas relaciones íntimas del monarca, la publicación de un controvertido viaje a Suiza sin conocimiento del presidente del Gobierno, la edición de unas fotos del Rey desnudo en su yate... fueron creando un ambiente de sospecha sobre la posibilidad de que la supuesta trama conspirativa para hacer abdicar al Rey, incluso con la anuencia de la Reina, tuviese fundamento. De ahí que en sus memorias el Rey salga al paso de esas conjeturas y afirme que de su padre aprendió que "un rey no debe abdicar jamás". La Reina en las suyas a Pilar Urbano, tres años más tarde, asevera que un rey puede serlo sólo si renuncia a todo aquello que le está vedado o que es inconveniente para su alta función.




En la casa (y eso incluía a Sabino) existía el temor de que los "dossieres" que se decía que existían pudiesen dañar a la institución y cerrasen el paso al príncipe Felipe.


Los infundios sobre la autoría de Sabino tenían como finalidad la destitución de quien desde la jefatura de la casa estaba entorpeciendo el acercamiento al Monarca de determinadas "amistades peligrosas". Fernández Campo había llegado a redactar el borrador de un estatuto sobre las obligaciones de los reyes, que no llegó a prosperar.




Los financieros Mario Conde y Javier de la Rosa, entre otros, siempre negaron estar detrás de aquellas publicaciones y del derribo a Fernández Campo. Felipe González alertó a los españoles de que se estaba intentando realizar un "chantaje al Estado" con "dossieres". De la Rosa envió tres telegramas crípticos desde prisión. Adolfo Suárez, muy preocupado por algunos documentos de los que era portador el abogado Santaella, medió para que González recibiera al letrado. La Reina nunca olvidó la intervención del presidente: "Felipe González es un estadista", dijo en 1996, en el momento más crítico para el socialista.


Mario Conde se había encaramado en 1987 a la presidencia de Banesto, el más acrisolado y tradicional de los bancos españoles y el que reunía al más elevado elenco de viejas dinastías monárquicas, muchas de ellas asturianas, y entre cuyos nombres habían figurado no pocos ministros de Alfonso XIII. Conde diseñó desde entonces una estrategia de acercamiento al Rey. A su padre, el conde de Barcelona, le pagó su tratamiento contra el cáncer en la clínica de Navarra; incorporó a la Infanta Pilar de Borbón, hermana de Juan Carlos, a la Fundación Banesto; en el banco respaldó a su vicepresidente, el asturcántabro Ricardo Gómez-Acebo, cuñado de la anterior, y se sirvió también de la amistad del Rey con el empresario asturiano Francisco Javier Sitges, directivo de Banesto.



 Cuando el Rey encargó un yate al astillero de San Juan de Nieva Mefasa (que pertenecía a Banesto), Conde decidió regalárselo. La Casa Real, muy advertida ya entonces, renunció al barco sin haberlo estrenado.

En 1993 Banesto fue intervenido y su presidente, encarcelado. Conde acaba de desvelar ahora que aquel 28 de diciembre de 1993 el Rey le expresó su apoyo. En 1998 Sabino declaró: "Me sorprendo a mí mismo lamentando el mal de quienes pretendieron hacérmelo a mí. Las personas que merecen ser derribadas se caen solas." Tras su cese, Sabino fue ennoblecido y el Rey lo nombró consejero privado. Pero la salida de la casa produjo un desgarro. Años después, Sabino confesó que el Rey nunca más le había pedido consejo