Cuando hombre y lobo luchaban a pecho descubierto
El chorco de los lobos de Valdeón cumple 400 años de las primeras ordenanzas escritas que se conservan
Fulgencio Fernández / Valdeón
La batalla entre el hombre y el lobo, entre el pastor y el depredador, es una de las más viejas que se conoce en el mundo rural, especialmente en esas comarcas de nuestra montaña en las que las lobadas eran relativamente frecuentes y se convertían en una ruina para el ganadero.
Las cosas ya no están exactamente así, como casi todo. Las batallas entre pastores y lobos han entrado por otros derroteros, ya no se pasea al lobo muerto por los pueblos para pedir una propina y hacer una gran fiesta de celebración de la muerte del bicho... pero aún queda un resabio, aún hay una brecha abierta entre defensores del lobo y ganaderos que se encuentran con enormes trabas y papeleos para poder resarcirse de los daños del lobo, cuando es posible, que en muchos casos no les queda más que el lamento. Y mientras eso no se solucione será difícil que esa herida cicatrice.
Esta vieja batalla ha durado siglos. Ha sido una lucha sin cuartel entre unas gentes que odiaban y admiraban al lobo, odiaban sus daños tanto como reconocían sus dotes, su astucia, su casi inteligencia para evitar las trampas. Un viejo pastor, enemigo mortal del lobo y sus defensores, Santiago el de Argovejo tiene una definición del animal que habla de este doble sentimiento hacia ellos (y su poco aprecio a la jerarquía eclesiástica): ‘‘El lobo es el animal más listo y más malo que hay, después del Papa’’.
Y esta vieja batalla tiene un ‘monumento’ para el recuerdo, el chorco de los lobos de Valdeón o el chorco de Corona, una vieja y sofisticada trampa que utilizaban las gentes del valle para acabar con su enemigos.
Y en este caso lo de vieja trampa no es una forma de hablar. Lorenzo Sevilla Gallego, uno de los mejores conocedores de la historia de este artilugio popular, recuerda en un artículo publicado en la Revista Comarcal Montaña de Riaño que en este 2010 se cumplen, cuando menos, 400 años de la existencia ‘reglada’ de esta trampa, la única que se conserva en la provincia aunque en Laciana se está intentando recuperar otra similar. ‘‘El chorco de los lobos en Corona, en el valle de Valdeón, está regulado por sucesivas ordenanzas, muy detalladas, cuyo origen contrastable documentalmente se remonta al menos a 1610. Es decir, estamos ante la celebración del IV Centenario de las primeras ordenanzas conocidas de las monterías realizadas en el Chorco de Corona’’.
Casi nada. Unas viejas ordenanzas, tan viejas que la tinta de las mismas se iba debilitando hasta el punto de que, según consta en el Archivo del Real Concejo de Valdeón y recoge el citado Gallego Sevilla, el 14 de julio de 1912 se realiza una nueva transcripción de las mismas (anteriormente habían sido modificadas en 1.818 ): ‘‘Trasladar las letras antiguas por no estar claras e inteligibles por la letra antigua que en ellos se halla, correspondientes a las monterías de lobos en Corona y osos a donde quiera que se tenga por conveniente’’.
Monteros, choceros, enramadores
En uno de los primeros números de la citada Revista Comarcal (de cuyo jugoso último número daremos cuenta en breve) hacía Lorenzo Sevilla, que suerte para el valle la llegada de este personaje a él, una detallada descripción que da idea de la magnitud y la relevancia de las monterías así como la utilización del chorco. Era precisamucha infraestructura y no menos personal pues el enemigo no era cualquier cosa.
‘‘Se trata de una estructura circular de piedra, situada en la zona baja de la ladera y unida al vértice que forman dos empalizadas en forma de V que ascienden ladera arriba. Una de las ramas de la V, la situada más río arriba, es muy larga y va desde el propio pozo de piedra hasta las peñas inaccesibles del macizo, atravesando todo el Monte Corona, mientras que la otra es más corta y remonta la ladera del valle sin llegar a las peñas’’. Al corazón de esa V había que conducir a los lobos para posteriormente lograr que entraran en la trampa (el pozo de la estructura circular de piedra) y allí darle muerte de una forma que hoy sería considerada muy cruel.
Para conducir al lobo a esta trampa eran necesarios muchos vecinos, hasta el punto que las ordenanzas contemplaban la obligatoriedad de asistencia de ‘‘todos los varones de entre 16 y 65 años vecinos del Real Concejo de Valdeón (todos los pueblos del Ayuntamiento menos Santa Marina y Caín) a participar en las monterías para capturar lobos’’.
Para cazar al lobo existía una distribución de los puestos a ocupar bastante compleja, pero perfectamente especificada en las Ordenanzas.
El montero mayor era el alcalde de Posada, ‘‘si residía en algún pueblo del Real Concejo, en caso de no ser así recaía el cargo en el concejal de más alta representación que viviera en el Concejo. Era el único que podía ir a caballo’’. Con él iba un montero menor por cada uno de los seis pueblos del Real Concejo. A ellos se les exigía ‘‘reconocida honradez y buenas condiciones físicas’’.
Un papel fundamental desarrollaban los monteros, dieciocho en total: 2 de Cordiñanes, 3 de Los Llanos, 3 de Posada, 3 de Prada, 4 de Soto y 3 de Caldevilla.
Los choceros se escondían en pequeñas construcciones camufladas para evitar que el lobo se diera la vuelta cuando ya había entrado. Los tres últimos, cerca del foso, llevaban un chuzo o lanza y eran seleccionados entre los hombres más fuertes del valle. Los choceras eran 34 en total: 2 de Cordiñanes, 4 de los Llanos, 5 de Posada, 6 de Prada, 11 de Soto y 6 de Caldevilla.
Los montaneros, que eran 17, se encargaban de cerrar los pasos de posible huida del lobo por canales al verse acosado y los enramadores (dos, uno de Prada y otro de Los Llanos) cubrían con ramas la boca del chorco para que los lobos ‘no sospecharan’ que les esperaba el vacío debajo.
Completaban las tareas del numeroso personal del valle dos espías, que eran los encargados de hacer cumplir las normas y de denunciar ante los monteros a aquellos que no lo hicieran.
Además de todo este personal cada pueblo debía criar y cuidar un buen mastín, que debía estar en perfecta forma para perseguir al lobo, ‘‘salvo Cordiñanes, que tenía prohibido el uso de estos perros para asegurar que no evitaran el paso del lobo hacia Corona. Solo estaba exento el pueblo que tuviera una hembra mastina y estuviera criando en el momento de la caza’’.
La magnitud de la montería nos da idea de la importancia que le daban al lobo y de la ‘rivalidad’ entre el ganadero y la alimaña.
La batalla entre el hombre y el lobo, entre el pastor y el depredador, es una de las más viejas que se conoce en el mundo rural, especialmente en esas comarcas de nuestra montaña en las que las lobadas eran relativamente frecuentes y se convertían en una ruina para el ganadero.
Las cosas ya no están exactamente así, como casi todo. Las batallas entre pastores y lobos han entrado por otros derroteros, ya no se pasea al lobo muerto por los pueblos para pedir una propina y hacer una gran fiesta de celebración de la muerte del bicho... pero aún queda un resabio, aún hay una brecha abierta entre defensores del lobo y ganaderos que se encuentran con enormes trabas y papeleos para poder resarcirse de los daños del lobo, cuando es posible, que en muchos casos no les queda más que el lamento. Y mientras eso no se solucione será difícil que esa herida cicatrice.
Esta vieja batalla ha durado siglos. Ha sido una lucha sin cuartel entre unas gentes que odiaban y admiraban al lobo, odiaban sus daños tanto como reconocían sus dotes, su astucia, su casi inteligencia para evitar las trampas. Un viejo pastor, enemigo mortal del lobo y sus defensores, Santiago el de Argovejo tiene una definición del animal que habla de este doble sentimiento hacia ellos (y su poco aprecio a la jerarquía eclesiástica): ‘‘El lobo es el animal más listo y más malo que hay, después del Papa’’.
Y esta vieja batalla tiene un ‘monumento’ para el recuerdo, el chorco de los lobos de Valdeón o el chorco de Corona, una vieja y sofisticada trampa que utilizaban las gentes del valle para acabar con su enemigos.
Y en este caso lo de vieja trampa no es una forma de hablar. Lorenzo Sevilla Gallego, uno de los mejores conocedores de la historia de este artilugio popular, recuerda en un artículo publicado en la Revista Comarcal Montaña de Riaño que en este 2010 se cumplen, cuando menos, 400 años de la existencia ‘reglada’ de esta trampa, la única que se conserva en la provincia aunque en Laciana se está intentando recuperar otra similar. ‘‘El chorco de los lobos en Corona, en el valle de Valdeón, está regulado por sucesivas ordenanzas, muy detalladas, cuyo origen contrastable documentalmente se remonta al menos a 1610. Es decir, estamos ante la celebración del IV Centenario de las primeras ordenanzas conocidas de las monterías realizadas en el Chorco de Corona’’.
Casi nada. Unas viejas ordenanzas, tan viejas que la tinta de las mismas se iba debilitando hasta el punto de que, según consta en el Archivo del Real Concejo de Valdeón y recoge el citado Gallego Sevilla, el 14 de julio de 1912 se realiza una nueva transcripción de las mismas (anteriormente habían sido modificadas en 1.818 ): ‘‘Trasladar las letras antiguas por no estar claras e inteligibles por la letra antigua que en ellos se halla, correspondientes a las monterías de lobos en Corona y osos a donde quiera que se tenga por conveniente’’.
Monteros, choceros, enramadores
En uno de los primeros números de la citada Revista Comarcal (de cuyo jugoso último número daremos cuenta en breve) hacía Lorenzo Sevilla, que suerte para el valle la llegada de este personaje a él, una detallada descripción que da idea de la magnitud y la relevancia de las monterías así como la utilización del chorco. Era precisamucha infraestructura y no menos personal pues el enemigo no era cualquier cosa.
‘‘Se trata de una estructura circular de piedra, situada en la zona baja de la ladera y unida al vértice que forman dos empalizadas en forma de V que ascienden ladera arriba. Una de las ramas de la V, la situada más río arriba, es muy larga y va desde el propio pozo de piedra hasta las peñas inaccesibles del macizo, atravesando todo el Monte Corona, mientras que la otra es más corta y remonta la ladera del valle sin llegar a las peñas’’. Al corazón de esa V había que conducir a los lobos para posteriormente lograr que entraran en la trampa (el pozo de la estructura circular de piedra) y allí darle muerte de una forma que hoy sería considerada muy cruel.
Para conducir al lobo a esta trampa eran necesarios muchos vecinos, hasta el punto que las ordenanzas contemplaban la obligatoriedad de asistencia de ‘‘todos los varones de entre 16 y 65 años vecinos del Real Concejo de Valdeón (todos los pueblos del Ayuntamiento menos Santa Marina y Caín) a participar en las monterías para capturar lobos’’.
Para cazar al lobo existía una distribución de los puestos a ocupar bastante compleja, pero perfectamente especificada en las Ordenanzas.
El montero mayor era el alcalde de Posada, ‘‘si residía en algún pueblo del Real Concejo, en caso de no ser así recaía el cargo en el concejal de más alta representación que viviera en el Concejo. Era el único que podía ir a caballo’’. Con él iba un montero menor por cada uno de los seis pueblos del Real Concejo. A ellos se les exigía ‘‘reconocida honradez y buenas condiciones físicas’’.
Un papel fundamental desarrollaban los monteros, dieciocho en total: 2 de Cordiñanes, 3 de Los Llanos, 3 de Posada, 3 de Prada, 4 de Soto y 3 de Caldevilla.
Los choceros se escondían en pequeñas construcciones camufladas para evitar que el lobo se diera la vuelta cuando ya había entrado. Los tres últimos, cerca del foso, llevaban un chuzo o lanza y eran seleccionados entre los hombres más fuertes del valle. Los choceras eran 34 en total: 2 de Cordiñanes, 4 de los Llanos, 5 de Posada, 6 de Prada, 11 de Soto y 6 de Caldevilla.
Los montaneros, que eran 17, se encargaban de cerrar los pasos de posible huida del lobo por canales al verse acosado y los enramadores (dos, uno de Prada y otro de Los Llanos) cubrían con ramas la boca del chorco para que los lobos ‘no sospecharan’ que les esperaba el vacío debajo.
Completaban las tareas del numeroso personal del valle dos espías, que eran los encargados de hacer cumplir las normas y de denunciar ante los monteros a aquellos que no lo hicieran.
Además de todo este personal cada pueblo debía criar y cuidar un buen mastín, que debía estar en perfecta forma para perseguir al lobo, ‘‘salvo Cordiñanes, que tenía prohibido el uso de estos perros para asegurar que no evitaran el paso del lobo hacia Corona. Solo estaba exento el pueblo que tuviera una hembra mastina y estuviera criando en el momento de la caza’’.
La magnitud de la montería nos da idea de la importancia que le daban al lobo y de la ‘rivalidad’ entre el ganadero y la alimaña.
"Todos los varones del real concejo de entre 16 y 65 años"
Las viejas fotografías que publica la Revista Comarcal Montaña de Riaño cedidas por Virgilia Casares nos dan idea de la magnitud de personal que movía una montería para cazar lobos en el chorco de Valdeón, una práctica que se extendió a mediados del pasado siglo XX. En la imagen superior izquierda vemos a los participantes en una montería, con algunas mujeres, posando en Corona después de haber realizado la batida. A la derecha vemos a algunos choceroz con sus chuzos (lanzas) junto a uno de los lobos que ya habían cazado; en la foto fe la derecha posan todos los vecinos colocados en sus puestos ante el chorco y en la imagen inferior de nuevo posando en el puente viejo de Cordiñanes después de una batida, que se convertía en una fiesta si la caza había sido positiva.
Sólo era el final de un largo proceso, los preparativos comenzaban en noviembre reparando la empalizada y los chozos, enramando y demás tareas de mantenimiento, como plantar árboles, pues era muy difícil que antes de estas fechas los lobos bajaran hasta Corona, pero la nieve ya les iba obligando a hacerlo y comenzaban los tiempos del chorco.
Sólo era el final de un largo proceso, los preparativos comenzaban en noviembre reparando la empalizada y los chozos, enramando y demás tareas de mantenimiento, como plantar árboles, pues era muy difícil que antes de estas fechas los lobos bajaran hasta Corona, pero la nieve ya les iba obligando a hacerlo y comenzaban los tiempos del chorco.
El único de la provincia, en actividad hasta el siglo XX
No es el chorco de Valdeón o Corona el único existente en España, pero sí el único que se conserva en la provincia de León y que se ha convertido en uno de los grandes reclamos turísticos de la comarca, pues se encuentra en muy buen estado, en una paraje excepcional, accesible a todo tipo de visitantes y un lugar que nos conduce a otros tiempos y a otras costumbres, a otras formas de vida, que no son tan lejanas pues no hay que olvidar que se hicieron monterías en este chorco hasta mediados del pasado siglo XX, siendo incalculable el número de lobos muertos.
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