De los que conocen su historia, que no son multitud, muchos la llaman la Reina de los Nueve Días. Por que eso fue lo que duró el Reinado de Jane Grey, desde el día 10 de julio de 1553 hasta el 19 del mismo mes y año. Nueve días. Algo más que una semana. Metida a calzador entre los hermanastros Eduardo VI y Maria Tudor, hijos ambos del “Porqueyolovalgo” Rey Enrique VIII, aunque con distinta madre.
A Juana le venia el tema de estar en la linea sucesoria por ser hija de Frances Brandon, y nieta por tanto de Charles Brandon, “cuñao” de Enrique VIII por haberse casado con su hermana María de Francia. Para los que habéis visto “Los Tudor”, era la nieta del guaperas amigo del Rey, ese que le acompaña a todos los sitios y se mete en todos los fregados, fiel hasta la muerte a su rey. Desde muy pequeña se incorporó a la Corte, y fue educada de acuerdo a su rango. Hay que decir que para la época y para ser mujer, tuvo una excelente educación. De hecho, su tutor era el mismo que el de la reina Isabel I. Cuando accedió al trono, con tan sólo 15 años de edad, puede que fuera una de las mujeres más cultas de Inglaterra.Sin embargo, puede que todo fueran suspiros en su vida. Me la imagino suspirando por el enfermizo Eduardo VI, del que parece estuvo enamorada. Me la imagino suspirando antes de su boda pactada con Guilford Dudley, peones ambos críos de una batalla de ajedrez político entre anglicanos y católicos en la Inglaterra del XVI. Porque aunque culta, Jane creció en un mundo de hombres que luchaban por mantener, aumentar o conseguir el poder. Tras el reinado absolutista y egocéntrico de Enrique VIII, de lo que se trataba era de coger posiciones para cuando el heredero Eduardo, que ya hemos dicho que no era precisamente de Bilbao, sino más bien al contrario, la palmara. El pobre será más recordado por inspirar a Mark Twain “Príncipe y Mendigo” que por llamarse Eduardo VI y ser Rey de Inglaterra.
Lo más seguro es que a Jean le hubiera gustado gritar en lugar de suspirar, al verse obligada a aceptar la corona. Porque parecía una chica lista, y a poco que lo fuera, debía saber que aquello no podía salir bien. De momento, la preferida por el pueblo no era ella, sino María Tudor, la nieta de nuestros Reyes Católicos (joder, viéndolo asi, vaya cena de navidades familiar que habrían montado estos), que era para todos la viva imagen de las vicisitudes pasadas por la Reina Catalina, siempre muy querida y atenta con la gente de a pie, por lo que parece, y llevada a la desgracia por un quítame allá un heredero varón y una tal Ana Bolena. Y no sólo el pueblo, sino también buena parte de los aún poderosos católicos querian ver a María en el trono. Asi que debió pasarse los nueve días de reinado suspirando malamente, que lo de gritar ya sabemos que no es muy de reinas (y menos inglesas, tan estiradas ellas), viendo como el tema iba de mal en peor y como todo apuntaba a que todo iba a durar, y nunca mejor dicho, un suspiro.
Y asi fue. María y sus seguidores lograron que el Consejo Privado cambiara las alegaciones que habían permitido que Jane fuera reina y elevaron a la Tudor al trono. Jane, su esposo y su padre fueron encarcelados. Más tarde, una rebelión protestante (en la que la reina depuesta parece que no tuvo nada que ver) fue la excusa perfecta para condenarla a muerte. En eso también tuvo que ver bastante que desde aqui el amigo Felipe II le pareciera mejor que su prima no tuviera por ahí una posible molestia en cuanto a reclamar la corona. Cosas de familia, riáse usted de los Soprano. Comenzaba así el reinado de María la Sangrienta. Claro que la llamamos así porque la historia la escriben los vencedores, porque viendo como fueron los reinados de su papi y su hermanita Isabel, si al final hubieran terminado siendo católicos en Inglaterra, puede que para quitarnos la resaca nos estuviéramos recomendando un Bloody Henry o un Bloody Elizabeth, a saber.
El caso es que sin comerlo ni beberlo, y con 16 años (huelga decirlo, su vida fue un suspiro) fue ejecutada en Londres en febrero de 1554. Su vida fue tan breve como triste, sin poder ver realizado ninguno de los sueños que habría empezado a tener. Reinar para morir sin haber querido reinar. con su vida y su destino siempre en manos de otros. En fin… se me acaba de escapar… un suspiro.