Inés de Castro, gallega del siglo XIV, fue amante de Pedro de Portugal cuando era aún infante. Más tarde reinaría el país luso como Pedro I. La española no era bien vista por los nobles portugueses y entre unos motivos y otros, la relación acabó costándole la vida.
Inés era dama de compañía de la segunda esposa de Pedro de Portugal. Como vemos, la vida amorosa del rey no era anodina. Inés se casó secretamente en 1354 con el rey, matrimonio del que nacieron cuatro hijos. Como decía, no era muy bien vista por los nobles, tanto es así, que acabó asesinada por orden del entonces rey, el padre de Pedro, a la sazón y en secreto, su suegro. Esto provocó que el hijo se rebelara contra el padre, aunque más tarde se reconciliaron.
A la muerte del rey, Pedro subió al trono, viudo de Inés y fue entonces, una vez coronado, cuando hizo público que se había casado con la difunda. Ordenó que a partir de entonces fuera considerada reina y que ajusticiaran a sus asesinos. Este es el origen del famoso dicho sobre Inés de Castro: fue reina después de muerta.
Hasta aquí la historia es romántica, pero hay un detalle final para rematar este amor de culebrón. Pedro e Inés están enterrados juntos y el rey dispuso todo para que sus túmulos funerarios fuesen colocados “pies contra pies”, en lugar de uno junto a otro como es habitual. Ordenó que fuera así para que el Día del Juicio Final, al resucitar, lo primero que viera cada uno fuera al otro.
Inés era dama de compañía de la segunda esposa de Pedro de Portugal. Como vemos, la vida amorosa del rey no era anodina. Inés se casó secretamente en 1354 con el rey, matrimonio del que nacieron cuatro hijos. Como decía, no era muy bien vista por los nobles, tanto es así, que acabó asesinada por orden del entonces rey, el padre de Pedro, a la sazón y en secreto, su suegro. Esto provocó que el hijo se rebelara contra el padre, aunque más tarde se reconciliaron.
A la muerte del rey, Pedro subió al trono, viudo de Inés y fue entonces, una vez coronado, cuando hizo público que se había casado con la difunda. Ordenó que a partir de entonces fuera considerada reina y que ajusticiaran a sus asesinos. Este es el origen del famoso dicho sobre Inés de Castro: fue reina después de muerta.
Hasta aquí la historia es romántica, pero hay un detalle final para rematar este amor de culebrón. Pedro e Inés están enterrados juntos y el rey dispuso todo para que sus túmulos funerarios fuesen colocados “pies contra pies”, en lugar de uno junto a otro como es habitual. Ordenó que fuera así para que el Día del Juicio Final, al resucitar, lo primero que viera cada uno fuera al otro.