En agosto de 1942, en Texas, Calvin Graham entró en una oficina de alistamiento y antes de darse cuenta ya estaba camino de la guerra del Pacífico a bordo del USS South Dakota. No tardó en entrar en combate, primero en la batalla de Santa Cruz y dos semanas después en Guadalcanal.
En aquella batalla Graham fue lanzado por unas escaleras abajo debido a una explosión y fue alcanzado en la mandíbula por la metralla. A pesar de las heridas, pasó la noche combatiéndolo los fuegos y ayudando a otros soldados. Todo parece indicar que aquella noche nuestro protagonista actuó como un verdadero héroe.
El pago a aquella acción fue su envío a los Estados Unidos, donde se le negaron todos sus derechos y beneficios como veterano y le ofrecieron un retiro sin honor alguno. Graham había mentido al alistarse y al ser herido confesó. Había engañado al ejército en cuanto a su edad. Tan solo tenía 12 años.
Probablemente el caso de Graham sea el más extremo de todos los hombres que lucharon en la Segunda Guerra Mundial en el ejército de EEUU por debajo de la edad legal. Después de combatir, dos días después de cumplir 13 años, volvió al colegio.
Fuente: The Greatest War Stories Never Told, de Rick Beyer
En aquella batalla Graham fue lanzado por unas escaleras abajo debido a una explosión y fue alcanzado en la mandíbula por la metralla. A pesar de las heridas, pasó la noche combatiéndolo los fuegos y ayudando a otros soldados. Todo parece indicar que aquella noche nuestro protagonista actuó como un verdadero héroe.
El pago a aquella acción fue su envío a los Estados Unidos, donde se le negaron todos sus derechos y beneficios como veterano y le ofrecieron un retiro sin honor alguno. Graham había mentido al alistarse y al ser herido confesó. Había engañado al ejército en cuanto a su edad. Tan solo tenía 12 años.
Probablemente el caso de Graham sea el más extremo de todos los hombres que lucharon en la Segunda Guerra Mundial en el ejército de EEUU por debajo de la edad legal. Después de combatir, dos días después de cumplir 13 años, volvió al colegio.
Fuente: The Greatest War Stories Never Told, de Rick Beyer