El nombre de “guillotina” se debe al cirujano francés, Joseph Guillotin, diputado en la Asamblea Nacional, que la recomendó para su uso en las ejecuciones en sustitución de los métodos tradicionales (decapitación con espada, ahorcamiento, desmembramiento, etc). Este cirujano no fue el inventor pero se le reconoció el “privilegio” de llevar su nombre por adaptar y perfeccionar otros artilugios parecidos que ya se utilizaban. Tras la Revolución francesa (1789) su popularidad se extendió por toda Europa, todo el mundo quería probarla… (licencia del autor). El uso de la guillotina se impuso por ser el método más rápido, eficaz y en el que había menos sufrimiento (más humanitario).
La confirmación de esta teoría humanitaria se debe al libro “La muerte por decapitación“, publicado por el fisiólogo francés Paul Loye, tras un estudio de cuerpos guillotinados y de muchas pruebas con animales (¡qué culpa tendrían ellos!), llegó a la conclusión de que la guillotina era la pena de muerte más humanitaria y que la pérdida de la completa conciencia, y la muerte del cerebro, se producía inmediatamente después de la decapitación.
Y como en el siglo XIX el fin debía justificar los medios, veamos en qué consistió su estudio:
- Tras diversas entrevistas con verdugos confirmó que de cada 10 sujetos, apenas uno iba más o menos íntegro al suplicio. Mientras que el resto se encontraba ya medio muertos cuando subían al cadalso. Parecían más bien, según estos, una masa inerte y carente de fuerzas. Esto avalaría mi teoría acerca, de que el verdadero dolor no lo sienten al ser guillotinados, sino en los momentos previos la muerte. Se trataría de un dolor moral, nada más que eso.
- Para echar por tierra las teorías que circulaban sobre la posible “vida” durante segundos, o minutos, de la cabeza una vez cortada, como un miembro cuando se amputa que se sigue “sintiendo”, pidió a varios condenados a la guillotina que guiñasen un ojo tras ser guillotinados… evidentemente nadie lo hizo.
Para saber más: Escalofrío – Muerte por decapitación
El hombre que guiñaba un ojo tras ser guillotinado. escrito por Javier Sanz en: Historias de la Historia
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