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10/3/10

La magia en la Edad Media


La magia en la Edad Media

Durante la Edad Media uno se tropieza en todas partes con las antiguas tradiciones mágicas procedentes de la Antigüedad clásica, pero no solo de esta, sino también de las creencias populares propias de grupos de población diferentes, como por ejemplo los celtas, los germanos o los galos. Incluso las tradiciones hebreas y árabes ejercieron una gran influencia en aquellas ideas: no en vano estuvieron muy extendidas la doctrina secreta de los judíos, la cábala, y la magia astral y talismánica de los árabes. Magia y ciencia aún no estaban divorciadas, y muchos efectos naturales todavía no explicados se relacionaban con la magia.


MAGIA Y CIENCIA
En la Edad Media, la magia se consideraba una ciencia: se hablaba de las artes magicae o artes incertae, aunque eran artes prohibidas. .......
El término "arte" significaba tanto como ciencia. Pero no fueron solamente los magos propiamente dichos quienes pretendían hacerse con aptitudes y poderes especiales con ayuda de las artes prohibidas, sino más bien los estudiosos los que en el proceso de desarrollo de las ciencias naturales tuvieron que utilizar en sus experimentos científicos las artes mágicas. Por eso entraron muchas veces en conflicto con la Iglesia y especialmente con la Inquisición.

LA MAGIA Y LA IGLESIA
A los magos se atribuían conjuros de difuntos y la capacidad de dominar los elementos. Practicaban sin éxito diversas técnicas mánticas (adivinatorias) como la magia especular y la adivinación onírica. También la posesión por el diablo y los hechizos patológicos y necrológicos se relacionaban con los magos. Para escapar de la persecución de la Iglesia, la magia se buscó nuevos espacios dentro del mundo religioso. Desde la cristianización de los paganos, la liturgia y también los ritos eclesiásticos absorbieron cada vez más ideas y acciones que se habían considerado propias de la magia.

SANTOS CONTRA MAGOS
En el proceso en el que la Iglesia pugnó por monopolizar progresivamente los fenómenos sobrenaturales, los santos cristianos acabaron siendo los rivales de los magos. Para la Iglesia, el milagrero que dominaba el arte de la magia era particularmente peligroso, porque el pueblo llano podía tomarlo fácilmente por un santo. La Iglesia se vio ante un peligro muy serio, ya que aparecieron muchos santos falsos que predicaban, profetizaban y congregaban alrededor de ellos a numerosas personas asegurando que eran Jesucristo. El pueblo seguía de buena gana a esas figuras dudosas porque aspiraba a contemplar lo divino con figura humana. Y eso era precisamente lo que prometían esas personas, en las que se combinaban los rasgos de los hechiceros cristianos y paganos. De este modo abrieron de nuevo las puertas a las antiguas creencias paganas, con sus cultos y sus ceremonias mágicas, que seguían vivas en la población y que la Iglesia se esforzaba por condenar al olvido. Había que desenmascarar a los falsos santos en auténticas competiciones de magia.
Este tema, muy extendido en la literatura religiosa de la Edad Media, se basa en el modelo de los escritos apócrifos del Nuevo Testamento, donde se habla de la competición entre Simón Mago y Pedro y se cuenta cómo Pedro logró con sus oraciones que Simón acabara por estrellarse contra el suelo durante uno de sus habituales vuelos mágicos.

LA MAGIA DE LOS SACERDOTES
En la Iglesia cristiana, la Biblia y los salmos se manejaban como si fueran textos mágicos, las medallas de santos servían de amuletos, las reliquias sustituían a los fetiches, las representaciones de Dios hacían las veces de ídolos y a partir de la Biblia y los salmos se componían verdaderos libros de magia y fórmulas mágicas. Los exorcistas empleaban salmos y fórmulas de la Biblia para expulsar a los demonios. Con el símbolo de la cruz, el rociado con agua bendita y la adminitración de la hostia se ahuyentaba a los malos espíritus.
Un ámbito particularmente complejo era la magia de los sacerdotes: cuando se lograba que acudiera un cura para exorcizar a un poseso, se demostraba que el clérigo ejercía su poder sobre los demonios. También los magos decían que tenían poder sobre los demonios: quien sabía ahuyentar a los demonios, también podía convocarlos. Es el mismo cuadro ambivalente que se conoce en el chamanismo: el hechicero puede curar, pero también embrujar, puede utilizar su magia para que sanen los enfermos o para que los sanos enfermen o incluso mueran. Los sacerdotes hechiceros podían ser objeto de las mismas sospechas.

EL CASO DE SILVESTRE II
En la Edad Media, incluso los papas utilizaban la magia. De Gerbert d'Aurillac, quien posteriormente fuera el papa Silvestre II (999-1003), se contaban las cosas más extrañas. Después de su muerte se tejieron innumerables leyendas en torno a su supuesto poder sobre los demonios. Así, decían que mediante un truco le quitó a un filósofo un libro de magia en el que estaban anotadas todas las artes secretas. Cuando el filósofo estuvo a punto de descubrirlo, juró lealtad al diablo si le salvaba de su perseguidor. Así ocurrió, y gracias al diablo Gerbert hizo una carrera profesional impresionante. Para adivinar el futuro, el diablo le entregó una cabeza de bronce que respondía a todas las preguntas con un "sí" o un "no".
En las historias que giran en torno a Gebert d'Aurillac se mezclan numerosas leyendas de la literatura mágica. Así, la testa parlante empleada para la adivinación ya se conocía en tradiciones mucho más antiguas: por ejemplo, la cabeza de Bran en la antigua literatura irlandesa o la de Mimir entre los germanos.

INFLUENCIA ÁRABE
En la magia medieval desempeñaba un papel importante la influencia de Oriente, y sobre todo de Arabia. Puesto que también para los árabes la magia formaba parte, junto con la alquimia, del arte de la adivinación y la astrología, de las ciencias naturales, como tal erudición llegó a los centros de estudio del medievo europeo. Muchos textos árabes comentaban las diversas formas de la magia. Uno de esos libros influyó sobremanera en las ciencias herméticas hasta la época del Renacimiento: se trata del llamado Picatrix (en árabe, Ghayat al-hakim), donde se sostiene que el ser humano es capaz de transformar el propio ser con ayuda de la ciencia mágica, y sobre todo de las palabras, el idioma y las fórmulas. De esta manera, el ser humano, como entidad intermedia, podía evolucionar hacia formas superiores o inferiores. De acuerdo con el Picatrix, el saber mágico abarca tres ramas: el conocimiento de los talismanes, el de los planetas y el de los conjuros. Las constelaciones astrológicas se entendían como transmisoras de las formas celestes originarias. La misión del mago consistía en trasladar a la materia la forma astral deseada por él partiendo de las estrellas y de determinadas constelaciones. De esta manera se elaboraban los talismanes, en los que tanto los metales empleados para fabricarlos como los signos que se grababan en ellos se correspondían con el ser espiritual atribuido a cada cuerpo celeste y de cuya energía quería apropiarse el ser humano. El mago intentaba asimismo hacer descender esas fuerzas a un determinado lugar para fijarlas en él. Cuando los seres espirituales aparecían personificados en demonios, el mago los conjuraba para ponerlos a su servicio. El Picatrix, donde confluían la astrología y la magia ceremonial, gozaba de gran prestigio entre los sabios de la Edad Media, reconocimiento que llegó hasta el Renacimiento.

LENGUAJES SECRETOS
Durante el transcurso de la Edad Media, la magia se convirtió en círculos eruditos en una rama de la ciencia. Si al principio los nexos misteriosos se explicaban sobre todo en el plano teórico, a partir del siglo XIII empezaron a abordarlos experimentalmente. La magia experimental conoció un gran auge sobre todo en la alquimia. Los resultados de los experimentos se anotaban para que los descubrimientos de las ciencias ocultas pudieran transmitirse con mayor facilidad a los adeptos o aspirantes a la condición de iniciados. Para protegerse de las amenazas de la Inquisición, pero también para satisfacer la propia aspiración "esotérica", se desarrollaron lenguajes secretos.
Sobre todo en la alquimia se ideó una lengua hermética rica en circunloquios simbólicos e imágenes alegóricas.
En siglos posteriores, este idioma secreto fue la causa de que se desarrollara el gran prestigio de que gozaba este arte entre los científicos naturalistas, pues parecía demostrar que de verdad, y sin duda alguna, se transmitía una ciencia oculta que, al menos así lo parecía, no era fácil de penetrar.